domingo, 19 de diciembre de 2021

NO SE PARECE AL MÍO Germán Fleitas Núñez

 

NO SE PARECE AL MÍO                                                                                             

Germán Fleitas Núñez                                                                                                

 

Cada venezolano tiene su propia imagen del Libertador, como la tiene  de Dios, de la Virgen María, de Cristo, de Guaicaipuro, del Negro Primero o del Conde de Tovar. Es la imagen que hemos ido construyendo con los años, de tanto mirar sus retratos y oír sus descripciones; la tenemos atesorada en un rincón de nuestros corazones y probablemente no se parece a la que atesoran otros, ni al verdadero rostro del héroe. Cada quien tiene su propio Bolívar, y lo tenemos desde la más tierna edad. Si entregamos a nuestros niños una hoja de papel y un lápiz para que pinten al Padre de la Patria, probablemente todos tendrán algunos rasgos en común. Algunos pintarán a un hombre en un caballo, o con una espada, o una cara con  ojos negros, grandes cejas, con bigotes y patillas. Valdría la pena hacer la prueba en las escuelas.

En mi caso particular, yo cargo a “mi Bolívar” desde pequeño y en mis ya largos 70 años casi no ha cambiado de rostro. Estudié con interés los  200 retratos del libro  de don Alfredo Boulton Pietri; la monumental obra colombiana de Uribe White y creo haber leído todas las descripciones publicadas por sus contemporáneos (léanse el Retrato Moral y el Retrato Físico escritos por Perú de la Croix). Pero a estos estudios que están al alcance de todos, he añadido “el aire de familia”. Conocí a casi todos los familiares del Libertador, por el lado de los Bolívar y el de los Palacios. Mis primero amigos en la lejana infancia consejeña fueron los 8 hermanos Palacios Cabré de la hacienda “Santa Rosa”, hijos de don Alfredo Palacios de la Madriz, descendiente directo (bisnieto) de don Feliciano Palacios Blanco, hermano de doña Concepción.

Bastaría con ir a la hacienda “El Recreo” y conocer a doña Ana Teresa López de Ceballos-Palacios, descendiente directísima de don Feliciano y de su esposa Ana María, la hija del Conde de Tovar, (doña Ana Teresa es la honorable esposa de don Eduardo Blank Montoya),  para saber cómo era el perfil de Bolívar. Por el lado paterno, conozco a los descendientes de María Antonia, de Juana y de Juan Vicente.  He invitado a la ciudad muchas veces a doña Belén Liendo Clemente y Bolívar  y a sus 7 hermanas, tataranietas de María Antonia.  Pero recuerdo con especial cariño a mi profesor de Obligaciones en la U.C.V., el sabio doctor Oscar Palacios Herrera, quién era “idéntico” a “mi Simón Bolívar”. Mientras dictaba clases yo lo contemplaba absorto y me trasportaba a la Sociedad Patriótica o a la Tribuna de Angostura. Él se reía mucho porque de pronto se me quedaba viendo y me preguntaba: “¿Estás atendiendo a la clase o viendo al “hombre de las dificultades?” Le respondía: “Estoy atendiendo a la clase”. Entonces me repreguntaba; “Dime que estoy diciendo yo”. Soltaba la carcajada cuando  yo le decía: “Usted está diciendo: “Colombianos, si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión…”

Pero ahora me doy cuenta de que he pasado la vida equivocado. “Mi Bolívar”, el que tengo grabado en el corazón,  es “más frentón”, de otro color, tiene el pelo más ensortijado, tiene el labio inferior más grueso característica de los Palacios, la nariz más perfilada y sobre todo, tiene los ojos negros, fulgurantes, capaces de paralizar con una sola mirada al más feroz de sus adversarios.

No me cabe duda de que ha debido ser como nos lo presentó la ciencia, porque los “scanners” de los científicos deben ser más confiables que los pinceles de los magníficos pintores para quienes posó. Confieso mi error.

Pero si de algo estoy completamente seguro, es de que “ese Simón Bolívar” no se parece al mío.

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