domingo, 19 de diciembre de 2021

DON GARIBALDI SOTO: POETA Y CRONISTA Autora: Gladys Vázquez Pinto de Aular

 

DON GARIBALDI SOTO: POETA Y CRONISTA

Autora: Gladys Vázquez Pinto de Aular

            Conocí al poeta José Garibaldi Soto en un recital de poesía ofrecido en la Casa de la Cultura  Rafael Rengifo de Tucupido, el 04 de junio del 2003, donde entre otros poetas y declamadores se presentaron  el vate Fernando Aular, mi suegro,  Tula Aular, mi cuñada, quien además era una de las organizadoras junto a otras docentes y poetas de la escuela Narciso López Camacho,  Lucy Porras, quien fue la presentadora, Dumas Andrade, Esteban Mieres, Roque Peñalver, Humbelina Ledezma, Robert Ortega, Ana Teresa Arruebarrena, Nelson Tovar, Pedro Bermúdez y Fernando Aular Durant, mi esposo. El poeta Garibaldi Soto,  declamó un poema en décimas, de su propia inspiración, muy bien rimada y bien declamada, por lo que me impresionó  su composición, su buena dicción y tono de voz.

            En el 2004 se formó la  asociación Amigos de la Escuela Narciso López Camacho,  en la cual se propuso realizar anualmente, cada 23 de abril día del idioma, del derecho de autor y del buen decir, un  Encuentro de Poesía,  con poetas de  Tucupido, Valle de la Pascua y de todos los pueblos del Guárico y de Venezuela. El 23 de mayo del 2007, el IV Encuentro se realizó conjuntamente con el Encuentro  Mundial de poesía, donde fue escogido Tucupido como sede estadal, con la presentación del poeta uruguayo Rafael Cuaetusie,  quien dictó un taller de literatura y recitó sus poemas conjuntamente con los poetas de Tucupido, los que  causaron muy buena impresión al poeta visitante. En estos encuentros el poeta Garibaldi era un activo y entusiasta  organizador, participante con sus poemas y un gran colaborador junto a su esposa, la señora Elvira Rojas, quienes preparaban un palo a pique, cocido a leña de guatacaro,  para una comida que se ofrecía a los participantes y a los asistentes, un  suculento almuerzo al finalizar el  recital,  además de asado negro, queso, tajadas, tostones o carne mechada, tortas, carato, chicha,  jalea de mango, arroz con coco o con  leche, todo esto elaborado por las personas de la Asociación de Amigos de la Escuela Narciso López Camacho,  de los poetas  y familiares participantes. ¡Todo un gran banquete cultural!

            También fue un asiduo y activo participante en los Encuentros de Cronistas e  Historiadores, que se celebran en Tucupido, Valle de la Pascua, Ortiz, Las Mercedes del Llano, Calabozo, Chaguaramas y en otros pueblos de nuestro país. Muchas veces coincidimos en estos encuentros, intercambiando impresiones y anécdotas. Así fuimos estrechando lazos  de sincera amistad, con frecuencia nos visitábamos  y sosteníamos largas conversaciones, con las que fuimos conociendo a través de sus narraciones,  los oficios típicos,  lugares,  personajes, y costumbres del pueblo. Visitamos en su compañía algunos  sitios del pueblo,   y de otros lugares, como San Rafael de Laya o el Ciento Treinta y Tres, fue un domingo muy temprano, allí conocimos a personajes y sitios emblemático con sus  respectivas historias. Otro día fuimos a conocer las lagunas y sitios  que surtieron de agua al pueblo,  hablamos con los vecinos que  nos contaron sus respectivas leyendas  y creencias.

           Así fuimos conociendo al  señor José Garibaldi Soto, quien  nos relató que nació en Tucupido en Septiembre de 1933, hijo de Josefa Antonia Soto, su padre adoptivo Carlos María Guaita, tuvo  como hermanos a Héctor Servideo, médico pediatra,  Rosa,  Josefa Antonia (La Cariba),  Zoila y Sara  Soto. Fue poeta, declamador y cronista  oficial de Tucupido.  Escribía sus poemas en versos octosílabos, propios de la copla y de la décima llanera. Conocedor de la historia, de los personajes, las costumbres y los lugares de su pueblo. Hombre preocupado por la cultura.  En su juventud fue diestro en la faena del campo y en la suerte del coleo  de toros, deporte tradicional de los pueblos llaneros. Serenatero en las claras noches, ante las ventanas de las mozas tucupidenses y cantor en parrandas navideñas para las cuales componía los villancicos y los cantos.   Sus poemas   solía firmarlos con el seudónimo “Jogaso”.             En la gran mayoría de su producción poética predomina la décima, estrofa de diez versos octosilábicos con rimas consonantes conocida también por espinela.  Recibió la influencia del poeta Ernesto Luis Rodríguez, guariqueño de Zaraza, poeta de estilo nativista, autor de varios libros de poesía, como: “Agraz”, “Cantares de tierra llana”, “Pasitrote”, “Quitapesares”, “El color de entonces”, “Arriero”, “¡Arriba capitán!”,  “Paso llano de la décima”, “De son a son”, “Desde el olvido”, “Los poemas íntimos”, “Tarantín de feria”, “El país del alba”, “Los nuevos cantos” y  quien era un gran decimista y glosador. Sus    poemas tienen como tema principal su pueblo, su gente, sus costumbres, el llano con sus paisajes y sus lugares más emblemáticos, como sus barrios, manantiales y lagunas   Como cronista conocedor de la historia y de la vida de su pueblo, en los encuentros de cronistas regionales y nacionales presentó muchos trabajos donde describió con sencillez personajes típicos, costumbres ancestrales de la pequeña historia de Tucupido.  Como ejemplo, la  canción “Tucupido de mi vida”, letra y música de su propia inspiración:

                    TUCUPIDO DE MI VIDA

 

Tucupido de mi vida.

Guárico de mi pasión,

te dedico este pasaje

con todo mi corazón.

 

Cuando me encuentro a tu lado

revive en mí la alegría

y son todas tus muchachas

reinas de la simpatía.

 

Y si me alejo de ti

lo hago con sentimiento

recordando con nostalgia

aquel tan grato momento.

 

Siempre que te recuerdo

me dan ganas de llorar

porque a ti pueblo querido

nunca te podré olvidar.

 

En Tamanaco pescando

con tu brisa me topé

y el canto de la soisola

con la mañana se fue.

 

Mañanitas del recuerdo,

bello es tu atardecer

y en cada copla que canto

va expresando mi querer.

                               

 

La casa de don Garibaldi es un pequeño museo criollo, en ella  podemos observar una variada muestra de objetos típicos, como mollejones  o piedras de  amolar, piedras de moler, pilón de madera, tinajero con su tinaja y la piedra de filtrar; sogas de cuero, mandadores, garrotes encabullados, telares de tejer capelladas, zarandas, trompos, botijones y tantos otros objetos típicos. Y constantemente era visitada por estudiantes e investigadores de la historia local.

Los domingos por la mañana la voz de don Garibaldi era muy escuchada en toda la población en su programa radial, donde hablaba de su pueblo, de los personajes y sucesos, verdaderas crónicas que constituían una cátedra para conocer la historia de Tucupido.

Entre sus crónicas de las lagunas y pozos que calmaron la sed a  los habitantes de Tucupido se destaca la de la “Aguadita”

LA AGUADITA O MANANTIAL DE LA AGUADITA

“Es una bendición de Dios. Un premio a Tucupido. Se trata de una de las bellezas naturales y misteriosas que tiene nuestro pueblo. En el año 1930, este manantial o aguada, calmó la sed de los habitantes de Tucupido, cuando un fuerte y aterrador verano afectó a nuestra región. Ésta es desconocida por la mayoría de los tucupidenses y no se la ha dado el valor que en realidad ella tiene. Se encuentra al norte de Tucupido, salida hacia San Rafael de Laya (Km. 133 o El Ciento). Hasta la entrada donde se encuentra hay una distancia de 3.700 metros en carretera de asfalto y unos 300 metros de camino de tierra.

Es una aguada o manantial natural, donde tan sólo intervino el Gran Arquitecto del Universo. Cuando se llega en la mañana por el caminito que lleva hasta ella, se disfruta de un clima fresco y agradable. Las inquietas ardillas brincando de árbol en árbol, los alegres turpiales, arrendajos y paraulatas, con sus bonitos cantos, brindan al visitante la paz y alegría que les hace sentir felices.

Cuando se llega al manantial llama mucho la atención que está bien cercado con alambre de púas para evitar que cochinos, burros, ovejas y ganado vacuno ensucien sus aguas, las cuales se mantienen limpias. Puede observarse que en muchas partes hay lo que se conoce como “ojos de agua”, que manan, se unen y corren por un mismo canal que se pierde de vista.

Sus aguas son claras y de sabor más o menos como “Alkaseltzer”, pero uno se acostumbra a tomarla. Suelen ser elogiadas. Dicen que es el agua mejor del mundo. La más agradable. Este concepto es muy aplicado por los lugareños que habitan por esta zona y se lo manifiestan a los visitantes, como todavía se acostumbra.

El manantial está rodeado en su totalidad por el verde tapiz  de una paja, una grama verde que es medicinal, sobre todo cuando hay problemas urinarios, esta contribuye al buen funcionamiento de los riñones y si se usa con el agua que allí mana, mucho mejor.

En la pequeña montaña que la rodea encontramos una bonita vegetación formada por jobos, guatacares, cujíes blancos y negros, tarares y guácimos, que le dan una protección al manantial y permitiendo que cada día sus aguas manen más.”

LA AGUADITA Y LA LEYENDA DEL ENCANTO

“Según sus moradores, la mayoría de ellos sostienen  que después de las 6 de la tarde,  se escuchan ruidos muy extraños que le hacen arrugar la piel al más pintado. Son muchas las personas que aseguran que ella tiene un encanto que protege sus aguas y todo lo que se  encuentra dentro o fuera del manantial.

En el manantial, ocurre poco, pero se puede ver una culebra de tamaño colosal que más de una vez les ha dado susto a los visitantes al lugar. Hay guabinas, buscos y sardinas pequeñas con pintas de diferentes colores. ¡Nadie se atreve a comerlos!

Se cuenta que hace unos años, un señor, padre de varios niños, tenía por costumbre ir al manantial a pescar buscos y guabinas, pero al correr del tiempo las cosas fueron cambiando en ese hogar, donde existió mucha alegría, después llegó la tristeza y el dolor. Según, el encanto se fue llevando a los niños uno a uno. Pero un día el hombre llegó a buscar agua con su mujer y cuando metieron la totuma para empezar a llenar los barriles, del fondo del manantial se les apareció una mujer muy bella, de pelo largo y les dijo: –Ustedes están sufriendo como yo lo he hecho, acabaron con mis hijos, tengo que pagarles con la misma moneda, les he quitado a los suyos. 

No le gusta cuando los visitantes forman desorden y muestra su desagrado tornando sus aguas revueltas en forma de protesta. Otras veces las lavanderas forman desórdenes, dicen groserías, chismes o protagonizan peleas, entonces las aguas se ponen rojas como la sangre, impidiendo que sigan levando con sus aguas.

Mientras tanto, el manantial de la Aguadita sigue esperando que alguien se conduela y le tiendan la mano y le retribuyan su bondad, cuando en épocas de sequía nos calma la sed.

Esta leyenda de nuestra región llanera, contribuye a enriquecer mucho más el folclor a nivel nacional. Tenemos un compromiso de difundirla, es un gran deber.”

Una  noche recibimos una llamada notificándonos la muerte del cronista de Tucupido, Garibaldi Soto, esta noticia nos llenó de  profundo dolor, porque sabíamos que  había sufrido un accidente cerebro vascular, pero ya lo había superado. Pero el siguiente día muy temprano recibimos otra llamada  para comunicarnos  que  había sido una equivocación y quien había fallecido era el cronista de Calabozo, el señor  Silva Agudelo, también persona conocida y muy respetada por nosotros.

El  siguiente domingo fuimos a visitar a Garibaldi y le hablamos de la falsa noticia de su muerte y nos dijo sonriente  que estaba vivito  y coleando. Nos invitó para el próximo domingo a su programa radial, las 7 de la mañana, para hablar de  anécdotas y personajes del pueblo. Yo por mi parte hablé con doña Elvira, su esposa, y le propuse preparar un “palo a pique” como el  que llevaban a los encuentros de  poesía, con el cual yo aprendería su preparación. El domingo pautado llegamos con todos los ingredientes y procedimos a preparar el famoso palo a pique, además lo acompañamos con el queso de mano de Tucupido, queso blanco rallado, tajadas de plátano, arepas, tostones,  jugo de frutas y la carne mechada. Mientras escuchábamos el programa  nos dedicábamos a cocinar. Y  así pasamos un día de poemas, relatos, anécdotas, cuentos, chistes,  canciones, degustando aquellos típicos manjares.

La última vez que lo vimos fue una tarde cuando fuimos a entregarle el libro “Cantos de Amor en Primavera” poemario de mi esposo Fernando Aular. En él no cabía la alegría. Muy poco tiempo después recibimos la noticia de su verdadera muerte física. Porque para nosotros, espiritualmente no morirá, pues conservamos recopiladas todas sus décimas y sus crónicas.

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