XV ENCUENTRO DE
CRONISTAS E HISTORIADORES DE VENEZUELA
EN CALABOZO 2021
HUMBOLDT: HÉROE
CULTURAL EN CALABOZO
Adolfo Rodríguez
No fue un azar la ruta de Humboldt al Orinoco, pasando por Calabozo. Entre los caraqueños que aguardan
en la hacienda Blandín, su descenso del
Ávila, se encuentra José Antonio Montenegro, Vicerrector de la Universidad. Es
quien lo agasaja con un soneto y le formula consultas para estudios que se
aspiran en esa casa de estudios. Diez años mayor que el berlinés, posee títulos
de Licenciado (1788) y Doctor (1791) en Teología e imparte Latinidad de Mínimos
(1789) y de Menores y Elocuencia. Lo
acompaña su alumno el joven Andrés Bello (1). Y quizá el estudiante calaboceño
Salvador Delgado, muy amistado con el
vicerrector, como para que, un año luego, le escriba el Vejamen estilado en cada graduación (2).
Eventual sacerdote que si
no se suma a la expedición, habrá recomendado el berlinés ante sus familiares.
Su anfitrión será don Miguel Coucín, casado con una Delgado prima hermana de
dicho joven (3). Coucín es funcionario real, lo hospeda y pone en contacto con Carlos del Pozo, agente
Visitador de la Real Hacienda en la ciudad. Tenaz realista, se ofrece para perseguir vagos y maleantes.
De donde su fama de “celoso juez y buen vasallo” (4).
Otros contactos de Humboldt en su trayecto (Don Pedro Lavié,
José de Monterola) están vinculados con hombres del Llano (el ex alcalde José
Francisco Delgado, pariente de Salvador; los Mier y Terán, don Francisco
Sánchez y el mismo Carlos del Pozo). Esa prosapia que mantiene discreta distancia con sectores menos
posicionados social y económicamente, no obstante la fama de Salvador como
“hombre llanero” (5). Cualidad, forzosamente, mediadora- como se precia
Humboldt, por buena conciencia y aptitud para desempeñarse con fluidez en
cualquier sector social, étnico o racial. Clave de buena porción de su éxito en
expediciones y hallazgos.
Dos hechos trascendentales para la historia de la ciencia,
signan su paso, durante diez días, por Calabozo: “la máquina eléctrica de grandes discos,
electróforos, baterías, electrómetros, un material casi tan completo como el
que poseen nuestros físicos en Europa No
(…) comprados en los Estados Unidos (…9
obra de un hombre que nunca había visto instrumento alguno, que a nadie
podía consultar, que no conocía los fenómenos de la electricidad" más que
por dos textos de la época, "con sus mismas manos y sin haber visto cosa
semejante".
Y la captura de
"Gimnotos que son aparatos eléctricos animados". Nada fácil debido al
recelo indígena, "flema imperturbable" ante las ofertas de dinero y
porque "no lo estimula el deseo del
lucro". Más el cuidado, muy generalizado, ante dichos tembladores.
Aquel físico de los llanos, enigmático, extraño a la
región, era recordado como "alto de cuerpo, delgado, largas piernas,
lampiño y tez blanca pálida", descendiente del Capitán General de Cuba y
luego de la Nueva Andalucía, don Carlos Sucre. Se le recuerda en la casa que
marcarían después con el 31, Calle Bolívar, frente a la Plaza de La Merced. Al
parecer la misma residencia o zona donde habita Don Miguel Coucin y serían
alojados Humboldt y Bonpland.
El talante del atrabiliario Del pozo, según los
documentos, no lo revela muy popular.
Pocas veces son así los científicos. Pero su caso es excepcional, por el empeño
en perseguir presuntos “vagos y
maleantes” (Véase Carrasquel, 1942). Adustez poco conteste con la anécdota recogida por Arístides Rojas
sobre posible jugarreta tendida a Humboldt con unos tembladores. Al parecer
para ilustrarlo sobre su efectividad en la trasmisión de corriente eléctrica.
El prusiano le manifestaría siempre admiración ante su genialidad y solicitud
en acompañarlo hasta Apure para reforzar su seguridad y auxiliarlo en algunas
mensuras. Lo recomendó Humboldt ante el
Capitán General y quizá ante el profesor Montenegro para el equipo encargado de
aplicar la vacuna contra la viruela en el país (6).
Tres días demoran Humboldt y Bonpland en Calabozo para
convencer a los nativos en la captura de los “aparatos
eléctricos animados”. Indispensable para sus estudios de electricidad
galvánica. En Europa había ideado “verdaderas pilas colocando discos metálicos
unos sobre otros y haciéndolos alternar con trozos de carne muscular o con
otras sustancias húmedas”. Así que, arribando a Cumaná, se esmera en dar con
las anguilas. Privan temores ante presuntas conmociones que provocan y, ni
siquiera con la oferta de dos pesos por cada ejemplar, logra disuadir los
pescadores. Hasta que convienen en una buena porción de tabaco de mascar para
resistir los sacudones. Y es así como en la feliz madrugada del 19 de marzo de 1800, marchan más allá de la aldehuela
del Rastro abajo, hasta "un arroyo que en tiempo de sequía forma un charco
de agua cenagosa rodeado de árboles bajos, de Clusia, de Amyris y de Mimosas
con flores olorosas". No usan red
ni plantas embarbascadoras (raíces de la Piscidia Eritryna), la Jacquinia
armillaris y especies de Phyllanthus. Embarbascarán con caballos.
“Los indios, provistos de harpones y de cañas largas y delgadas,
rodean estrechamente el charco, subiéndose algunos de ellos a los árboles cuyos
brazos se extienden horizontalmente por encima del agua. Con sus gritos
salvajes y sus prolongadas perchas impiden que se escapen los caballos llegando
a la orilla de la charca. Aturdidas las anguilas con el ruido, defiéndense por
medio de reiteradas descargas de sus baterías eléctricas y por largo tiempo
aparentan ganarse el triunfo. Sucumben varios caballos a la violencia de los
invisibles golpes recibidos acá y allá en los órganos más esenciales para la
vida, y embobados por la fuerza y la frecuencia de las conmociones, desaparecen
bajo el agua. Jadeantes otros, las crines erizadas, extraviados los ojos, y
manifestando su angustia, se enderezan y tratan de huir de la tempestad que les
sorprende. Los rechazan los indios hasta el medio del agua; pero un corto
número, con todo, logra engañar la activa vigilancia de los pescadores y se les
ve ganar la ribera, tropezar a cada paso y tenderse en la arena, transidos de
fatiga y adormecidos sus miembros por las conmociones eléctricas de los
Gimnotos”.
Y explica el sabio que “En menos de cinco minutos dos caballos
se habían ahogado. Estrechándose la anguila, que tiene cinco pies de largo,
contra el vientre de los caballos, lanza por toda la superficie de su órgano
eléctrico una descarga que ataca a un mismo tiempo el corazón, las vísceras, y
el plexo celíaco de los nervios abdominales. Es natural que los efectos
experimentados por los caballos sean más potentes que los que los que el mismo
pez produce en el hombre, cuando no toca a éste más que por una de las
extremidades. Los caballos no son probablemente matados, sino aturdidos. Se
ahogan por estar en la imposibilidad de levantarse a consecuencia de la
prolongada lucha con los otros caballos y los Gimnotos”.
Disminuye “la impetuosidad de aquel desigual combate con la
dispersión de los Gimnotos fatigados”. Y “menos asustadas las muías y los
caballos: ya no erizaban la crin y sus ojos expresaban menos espanto”. Los Gimnotos
acercándose “tímidamente a la orilla”, donde los atrapan con los
“harponcillos”. Estando “bien secas las
cuerdas, no sienten los indios la conmoción al suspender el pez en el aire. En
pocos minutos tuvimos cinco grandes anguilas, casi todas tan sólo ligeramente
heridas”.
Operación que lleva casi
todo el día, pues "otras fueron cogidas por la tarde de la misma manera”.
Nada inexpertos los indios explican que obligándolos “a correr
(…) dos días de continuo en una charca llena de Gimnotos, ningún caballo será
muerto el segundo día”. Y hay comentarios sobre uso de las descargas en la
curación o tratamiento de algunas enfermedades: parálisis, males de la cabeza;
jaquecas y gota.
Para el fisiólogo Carlos Sachs (1975) una de las “pocas
descripciones de la Naturaleza” que, en su época -1876 - había alcanzado tal
“celebridad“ desde hacía una generación atrás, pues casi todos los libros
escolares europeos la narraban , por marcar “en la historia el comienzo de
nuevas épocas” y por ser objeto de magnificación “por la posteridad en versos y
canciones...” Agregando que, en Europa, quien hubiese “oído hablar de los
tembladores, conoce la historia de su lucha con los corceles de la sabana”.
Desenfadado y siempre temerario, Humboldt se expone al contacto
con los temibles peces, ansioso de obtener nuevos resultados en sus
investigaciones:
“Puso ambos pies en uno de los gimnotos de bello verde de oliva,
cabeza amarilla con mezcla de rojo, dos filas de manchitas amarillas
simétricamente a lo largo del lomo desde la cabeza hasta la punta de la cola.
cada manchita una abertura excretoria, la piel cubierta de materia mucosa que
conduce la electricidad 20 o 30 veces mejor que el agua pura, como dice Volta,
Grande, reciamente irritado, nada herido
ni fatigado por la persecución. Por lo cual el dolor y adormecimiento fueron
tan violentos, que le era “imposible explicar la naturaleza de la sensación”
que vivía. Superior a la descarga recibida por una gran botella de Leyden.
Transcurriendo el día con “vivo dolor en las rodillas y en casi todas las
coyunturas”.
Y “que después de haber hecho experimentos durante cuatro horas
consecutivas con Gimnotos, el Sr. Bonpland y yo, sentimos hasta el día
siguiente debilidad en los músculos, dolor en las articulaciones y un malestar
general, efecto de la fuerte irritación del sistema nervioso”.
Más comprobaciones “cuando, al sujetarlo el Sr. Bonpland por la
cabeza o por la mitad del cuerpo, y yo por la cola, colocados ambos en un suelo
húmedo, no nos dábamos la mano, uno de nosotros recibía sacudidas que el otro
no sentía”.
La comunidad expectante, de manera tal que “nos fue llevada una
anguila eléctrica cogida en atarraya y por consiguiente sin herida alguna.
Comía carne y asustaba cruelmente las tortuguillas y ranas que, sin darse
cuenta del peligro, intentaban colocarse, confiadas, sobre el lomo del pez. Las
ranas no recibieron el choque sino en el momento en que tocaron el cuerpo del
Gimnoto. Vueltas en sí, se escaparon fuera del barreño; y cuando se las repuso
cerca del pez, su sola presencia las asustó. Nada observamos entonces que
indicase una acción a distancia; pero también nuestro Gimnoto, cogido hacía
poco, apenas estaba bastante domesticado para que quisiese atacar y devorar
ranas. Acercando un dedo o puntas metálicas a media línea de distancia de los
órganos eléctricos, ninguna conmoción se dejó sentir (…) Estando el Gimnoto
sumergido en el agua acerqué la mano, armada o no de metal, a pocas líneas de
distancia de los órganos eléctricos; las capas de agua no me trasmitieron
sacudida alguna, al paso que el Sr. Bonpland, irritando fuertemente el animal
por contacto inmediato, recibía de él golpes violentísimos. Si yo hubiera
sumergido los electroscopios más sensibles que conocemos, a saber, ranas
preparadas, en las capas de agua próximas, estas hubieran sin duda experimentado
contracciones en el momento en que el Gimnoto parecía dirigir su choque a otra
parte. Las ranas preparadas, en siendo colocadas inmediatamente sobre el cuerpo
de un Torpedo, padecen, según Galvani, fuertes contracciones a cada descarga
del pez”.
Otros experimentos lo ocupan, ya que “en Calabozo lo hemos
irritado largo tiempo de noche, en una oscuridad completa, pero no hemos
observado ningún fenómeno luminoso. Disponiendo cuatro Gimnotos de fuerza
desigual, de manera que yo recibiese las conmociones del pez más vigoroso por
comunicación, es decir, no tocando sino uno de los demás peces, no he visto a
los últimos agitarse en el momento en que la corriente pasaba por sus cuerpos.
Quizá esa corriente no funciona sino en la superficie húmeda de su piel. No
deduciremos de ello con todo que los Gimnotos son insensibles a la electricidad
y que no pueden combatir unos con otros en el fondo de las charcas”.
Del Pozo coincidía con un médico de Surinam, el dr Schilling”,
en la especie de que el temblador se aproximaba
involuntariamente al imán…” Cuestión que Humboldt desmiente en su Tratado de
Zoología, tras observaciones durante toda una noche.
Escribe Humboldt que, al despedirse el 24 de marzo, se
encontraba "muy satisfecho de
nuestra permanencia allí y de nuestras experiencias en un asunto tan digno de
la atención de los fisiólogos". Localidad donde toma también apuntes
astronómicos que le permiten corregir
cálculos sobre latitud y altitud divulgados respecto a la región. E incluye la
zona como privilegiada para un observatorio al respecto. Los pararrayos que se
instalan, durante su estadía o después, atribuidos a don Carlos del Pozo, pudo
resultar producto de los conocimientos
del viajero, quien había
instalado el segundo de Alemania, en su propia casa. Un contento que debía
derivar, además, de la forma tan
participativa con que se habían ejecutado aquellas investigaciones.
NOTAS
(1) Montenegro fue reconocido en sesión del 8 de noviembre de
1826 del claustro universitario como
haber “adelantado en más de un siglo, la ilustración y el conocimiento
de la juventud, empleando “medios nuevos y decorosos en la carrera de la
instrucción”. Incluyéndolo Menéndez y
Pelayo entre los reformadores de los
estudios de Filosofía en Venezuela.
(2)
SALVADOR DELGADO, (1780-9.5.1834): sacerdote, diputado por Nirgua al Congreso
de 1811. Ramón Urdaneta en su obra “Los 42 firmantes del Acta de la
Independencia de Venezuela, Academia nacional de la Historia, 20011) dice que
nace el 25-12-1774 y fallece en Caracas el 7.5.34. Hijo de Adrián Delgado y
Josefina Espinoza Acevedo. En 1792 Br en Artes de la Real y Pontificia. Y el 8-11- 1801, con el
reconocimiento de “su aplicación y capacidad de estudiante, el título de Dr en
Filosofía y Teología, Ordenado sacerdote, ejerce el ministerio doctrinario en
las afueras de Calabozo y luego es Vicario Foráneo de Nirgua. En 1897 Juez Eclesiastico y Comsiario Subalterno de
la Santa Cruzada. El 12 de dic de 1811 preside la legislatura provincial. Cree
Urdaneta que por error en 1813 Bolívar solicita al arzobispo de Caracas,
Coll se parar a Delgado de la vicaría
por “poco afecto a la causa de la independencia”, aunque luego es reparada tal
decisión. En 1816 se le traslada de
Nirgua al curato doctrinal de Petare. Y
al año siguiente cura interino de la parroquia de Santa Rosalía y luego ser
párraco en firme de la misma. Será Maestro de la cátedra de Filosofía del
Seminario Tridentino y examinador sinodal del arzobispado, quedando como
Segundo en mando para ejercer el gobierno del mismo, en ausencia de Maya: “en
1825 subirá al púlpito para protestar contra las bulas que excomulgaban a los
francmasones” según Parra Pérez (pp. 57-61).
(3) Información de JJ Loreto Loreto en Linajes
Calaboceños (1990).
(4) En tanto que Don Carlos Del
Pozo, en 1786, que los indios se encontraban "arraigados en el pernicioso
vicio del latrocinio, de manera que las inmediatas haciendas, sin otro motivo
que éste se ven devoradas y como estos mal intencionados veían la falta de
castigo y ningún escarmiento", instruye para "rendirlos a bala"
y "quemarles los ranchos que tienen en los montes". Arremetiendo al
siguiente año contra "sujetos que a la sombra de tres o cuatro animales…
en las sabanas y de un corto conuco o siembra….en los patios de sus casas,
estaban viviendo en los campos libertinamente" (Carrasquel, 1943).
(5) El "ilustre educador" José Antonio
Montenegro es autor de un soneto al sabio Humboldt leído durante un ágape
ofrecido a éste por "la sociedad caraqueña" y es, también, probable autor del único "vejamen"
hasta ahora conocido, de los que podían elaborarse para saludar satíricamente
a graduandos de la Universidad de
Caracas, escrito para "homenajear"
al sacerdote calaboceño Salvador Delgado, en la ocasión de recibir su
título de Doctor en Filosofía y Teología el 8 de noviembre de 1801. Curioso
rito de pasaje por el cual se despide y vitupera a la "ciencia
peregrina" que el graduando trae del Llano y es celebraba la de la
Universidad. La burla resulta fallida,
quizá con la complicidad del mismo poeta, por la simpatía con que va
inventariando las "habilidades" y "gracias", con que
denomina las prácticas llaneras que debe
dejar el sacerdote e inminente universitario: en 1780, al visitar Calabozo, el
Obispo Martí reconvino al cura Pedro Sanojo,
tanto por su conducta lujuriosa como por ejercer "el oficio indecente de
ordeñar vacas"). Entre los
ejercicios étnicos atribuidos por Montenegro a Delgado: colear un ternero,
ensillar una jaca, ordeñar una vaca, torear, jugar con terneros, tigres y
caimanes, cantar y tocar galerones, usar garrote o ramal, solfear una madrina,
parar un rodeo, hacer queso de mano, capar toros, amansar potros, curar
gusaneras, vigilar yegüeras, capturar reses, enrejar becerros, echar cueros con
látigo de manatí, etc. (Perazzo, N., 1978;
Páez Pumar, 1979; Martí, M., 1969 ).
(6) Montenegro se mantuvo durante el resto de su vida atento a
cuanto representase progreso para su país. Hace de Examinador del Plan de
Arbitrios de la Junta Central de Vacuna y es Jurado del Primer Certamen
Literario convocado públicamente el 10 de mayo de 1809, y encargado, por breve
tiempo, ese año, de la redacción de
Gazeta de Caracas. Es de los contertulios en la casa de los Hnos Uztáriz
y entusiasta colaborador en los días de Primera República, observándosele entre
los organizadores del Concierto Magnífico y la Iluminación de la Plaza Mayor en
celebración del primer aniversario del 19 de abril. Falleció un año antes de la
batalla de Carabobo.
Las consideraciones que Humboldt debió hacerle para el
mejoramiento de la enseñanza en la Universidad, tuvo a bien expresarlas por
carta el mismo mes de enero de 1800 en que departieron: “Muy apreciado amigo:
me ha encargado Ud. Le dé por escrito el resumen de las ideas que tuve la honra de exponerle
sobre la Cátedra de Matemáticas”. Saber prioritario para el inminente
desarrollo agrícola del país. Por lo que recomienda un docente que una tal
disciplina a nociones de física química. Cuestión que expone de la manera más
generosa.
OTRAS FUENTES CONSULTADAS
La cuestión sobre búsqueda, captura y estudios sobre los
gimnotos, en Calabozo, ocupa más de 50 páginas en la edición de “Viaje a las
regiones equinocciales del Nuevo Continente hecho en 1799, 1800, 1801, 1802,
1803 Y 1804 por Alejandro de Humboldt y A. Bonpland. Caracas: Biblioteca
Venezolana de Cultura (Colección “Viajes y Naturaleza”) (Traducción de Lisandro
Alvarado), (1985, III, 241/249). (1942,
pp. 212-264).
El naturalista recomienda, para mayor información “sobre la
pesca de Gimnotos y las experiencias pormenorizadas hechas en Calabozo, una
memoria particular que publiqué en mis Observations de Zoologle,t. I, pp.
59-92, y mis Tableaux de la Nature, t. I, pp. 53-57”.
Humboldt anota que contó esta escena en sus libros
titulados "Observaciones de Zoología"
y "Cuadros de la Naturaleza" . Existe una edición venezolana
de este libro (Monte Avila, 1972).
CALVENTE
IGLESIAS, V. (2004). El retablo de los
castaños maíllos (una historia dieciochesca acontecida en Cabuérniga, Cádiz y
Caracas). Santander (España): Gráficas Calima.
CARRASQUEL. Fernando. Historia Colonial de Algunos Pueblos del
Guárico. Caracas: Imprenta Nacional, 1942.
FRAGA, Xosé Antonio. Los experimentos sobre el galvanismo de
Alejandro von Humboldt y su recepción entre los científicos españoles”, pp
201-219, en Cuesta Domingo y Sandra Rebot, 2008.
LANA, José-Miguel
(2014). “Añil,
cacao y reses. Los negocios del indiano Esteban González de Linares en tiempos
de mudanza, 1784-1796”, en Memorias. Revista Digital de Historia y
Arqueología desde el Caribe Colombiano, 22, pp.52-80
LANA
BERASAIN, José-Miguel (2018). Repatriando Capital Sin Plata. Redes de
paisanaje, comercio de frutos y giro de letras entre Venezuela y España,
1785-1796”. Sociedad de Estudios de Historia Agraria- Documentos de Trabjo,
Enero de 2018, Universidad Pública de Navarra (España).
LORETO LORETO, J. J.
Linajes Calaboceños. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1990.
PÉREZ MARCHELLI, H. Carlos del Pozo y Sucre: impenitente
defensor del Rey y Físico Experimental (¿1743-1812?), en Actual 14, Tevista de
Cultura ULA, Enero 1988.
RODRÍGUEZ, Adolfo. REDES MERCANTILES EN LA RUTA VENEZOLANA DE HUMBOLDT,
en FB, 2020.
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