miércoles, 30 de noviembre de 2022

40 AÑOS DEL ATENEO DE CALABOZO CRÓNICA DE UN PAISAJE HUMANO, Alberto Hernández

 

40 AÑOS DEL ATENEO DE CALABOZO

CRÓNICA DE UN PAISAJE HUMANO

 

**Alberto Hernández**

1.-

A 40 años de distancia no es fácil –para quien porfía- desertar de la memoria, aunque ésta muchas veces se convierte en rastrojo o en simple peladero donde lamen el fuego y la lluvia. A cuatro décadas del nacimiento del Ateneo de Calabozo, luego de la Declaración de Guardatinajas, donde estuvieron presentes Efraín Hurtado, Salvador Garmendia, Rubén Páez, José Antonio Silva, entre otros que los lectores sabrán incorporar a este texto, la ciudad es un espejismo. Un soliloquio en el que los fantasmas suelen participar con quienes, de alguna o de todas las maneras, han desatado los demonios del abandono, del miedo y la falta de futuro vistos en calles, en el rostro de los ciudadanos, en el mismo paisaje, en la piel de las casas, en los pasos de los descalzos, en la mirada de la horas muertas.

Entonces la Villa de Todos los Santos de Calabozo era una suerte de casa de llegada, de hospicio, en la que todos los pensamientos, todos los colores y climas humanos proponían la belleza como única alternativa para mantener viva la alegría y las ganas de hacer. Claro que hubo tropiezos, inquinas, maltratos, malas palabras, traiciones e  indelicadas proezas para que la casa del poeta no fuera cedida a la ciudadanía como herencia contenida en los versos de Pancho Lazo.

A pesar de todo eso, el ateneo se levantó con sus hombres y mujeres. Pese a todo eso, el Ateneo de Calabozo vertió su botija de riquezas para que la gente de a pie, los que andan y desandan las calles de la ciudad, pudiera verse en las palabras de sus poetas, en la pintura de sus artistas plásticos, en las fotografías de sus fotógrafos, en el desplazamiento y diálogos de su teatro, en la danza de sus ejecutantes, en la polifonía de sus coros, en el visible resaltar de sus hijos que viven o vivían fuera de sus fronteras.

A 40 años de distancia el país es otro. La ciudad también: su gente sigue con el mismo trajín, pero con la mirada puesta en la posibilidad de que todo cambie para bien. De que todo sea un nuevo amanecer.

A 40 años de distancia, la casa de Francisco Lazo Martí sigue en el  mismo sitio, a la espera de que toda la ciudadanía meta sus manos y amores para volver a ser el lugar donde se respiraba la belleza, donde los libros allí guardados sean tomados con la felicidad de todos los sentidos.

La historia es larga. El tiempo se congela en la memoria. Nada se apaga.

Y ahora a esa distancia, en este XVI Encuentro de Cronistas e Historiadores, vuelve a ser voz en la voz de quienes se la dan para que hable, para que diga lo que ha hecho, lo que podría haber hecho y lo que no pudo hacer y se podría hacer en el futuro si el mundo deja de girar de la manera que lo ha hecho en estos últimos 22 años de lamentos, separaciones, exilio, agonía y muertes.

2.-

La ciudad se pasea en los rostros de sus hombres y mujeres. En los espacios abiertos, en las hermosas casas silenciosas, en la humildad de sus oraciones elevadas al cielo. En el todo que se convierte algunas veces en el abismo que llevamos en el alma. Pero la insistencia es la misma: el espíritu de los creadores del Ateneo de Calabozo continúa vivo, sus nombres han quedado calcados en todos los ámbitos de la santidad de esta ciudad que porfía, que, como afirma Lucas Guillermo Castillo Lara como título, “El derecho de existir bajo el sol”, se confirma sintaxis de estos 40 años que han sido parte sustantiva y sustancial de Calabozo.

La mitad de esta vida ha sido cercenada. A más de 20 años unos que llegaron escandalosamente cerraron las posibilidades de que siguiera la alegría, los cantos, la poesía, la vida plena. Pero quedan la insistencia, las ganas de seguir pese a todo, como hemos ya dicho.

El paisaje que vemos, el humano, es el más decidor. Desde la soledad, desde el silencio se macera el tiempo que habrá de venir. Y allí seguirá estando el ateneo en el eco de quienes están y de los que ya no están.

El paisaje, el retrato que nos avista desde la quietud, representa el empuje de lo que habrá de venir: la apertura total de la casa donde habitan en este instante el silencio y el despojo, toda vez que los recursos fueron quebrantados.

Calabozo ambula como toda Venezuela por calles y avenidas, por callejones a veces sin salida, otras con la fuerza puesta en el empuje que habrá de abrir todos los caminos.

 

3.-

Ese paisaje, ese paisanaje, ese país local y regional, esa represa, ese llano inmenso, esos arrozales, esas iglesias, calles y casas coloniales, esos rostros, habitan en el deseo de los personajes que una vez asomara Efraín Hurtado en su poesía, en la que la Villa de Todos los Santos es la ofrenda:

“CALABOZO

En un barracón de sabana los capuchinos instalaron la misión de arriba de Nuestra Señora de los Ángeles, porque abriendo pica por medio de esos bruscales se viajaba hacia el centro y un poco más al sur fundaron la misión de debajo de La Santísima Trinidad. Entre las dos misiones armaron un tinglado donde encerraban a los indios cimarrones que intentaban fugarse. Las casas se fueron alargando en torno a ese lugar hasta que lo nombraron Calabozo. En loos cruces la gente comenzó a hablar del punto próspero por la pesa de ganado que allí se realizaba, que era como decir que la primera cárcel había aumentado el número de celdas”.

 

Ese pasado contado por el poeta descubre el deseo de que Calabozo no sea esa cárcel, esa celda, y que sea su gente, la geometría humana, la anatomía de su cielo, el paisaje humano más cerca de lo humano, la que forje con su talento y laboriosidad el ciudad que se aspira a celebrar, la que hoy es un dolor en el costado.

El mismo poeta Efraín Hurtado los nombra en el pasado reciente, el que él vivió y sacó del anonimato. Son nombres borrosos, perdidos en la memoria de quienes respiran los actuales aires de esta tierra.

 Así: Oronoz, Barbarita Rivero, el negro Pérez, Trifón Oliveros, Rosendo Salazar, el padre Cayetano, Macario Lezama, Melecio, monseñor Lazo, Edivigis Oviedo, Tobías, Marcelo Acosta, Melecio Farfán, Eudogia Santos, Felícitas Campos, monseñor Sendrea, Baldomero Navas, Nicasio Ledezma, Rosenda Pérez, José María, Piquijuye, Idelfondo Veitia, Buenaventura Ríos, Serviliana, misia Silveira Esteves, Nicolás Guardajumo y todos los demás que quepan en la memoria.

Esos personajes atajados en poemas y relatos que Efraín dejó en sus libros son los que ahora andan y desandan las calles de estos días de agobios. Pero también los que andan en los pasos, por ejemplo, de mi abuelo de Guardatinajas Andrés Etanislao Delgado Jiménez, vestido de liquilique y alpargatas por estas calles soleadas; en los de mi padrino Rubén López Rojas, en los de la maestra Isabel Acosta de Ramos, en los de Freddy Núñez, en los de Antonio Estévez Aponte y Raúl Delgado Estévez, en los de Álvaro Hernández, en los de Gisela Egui, en los de José Antonio Silva Agudelo, En los de Sara Sanz de Cevallos, de  Vilma Ponte de Hernández, en los de Ofelia Delón de Llamozas. Y así en los tantos más que mi mirada no alcanza.

Todos fueron y son la frecuencia del Ateneo de Calabozo, como protagonistas o como espectadores, luego de 40 años de caminos.

Y así, en una calle, la figura del poeta calaboceño Etanislao Delgado, mi primo, el bello caballero de la palabra que el llano consumió luego de su vida universitaria en Mérida. El poeta que hoy celebramos, el poeta que tuvo como padre a Segundo Delgado, a quien vi en sus últimas horas un día en compañía de mi tía Carmen Delgado de Acosta.

Me perdonan mi presencia familiar en esta crónica, pero como calaboceño nombro a mis calaboceños de sangre y huesos. La savia de mi herencia.

Ellos y muchos más forman parte de este mapa, de esa humanidad generosa que ha hecho de Calabozo un sembradío de amores, inteligencias y fraternidades.  

 

4.-

Esta crónica imagina y me imagina. Veo a muchos de esos personajes, los que Efraín forjó en sus textos y los que hemos vivido desde hace cuarenta o más años caminar por las calles de la ciudad. Fajarse bajo el sol frente a la Catedral, recostados de las rejas antiguas de la plaza Bolívar. Mirar hacia la Carrera 12 y voltear hacia la Calle 4, en esquina, donde hay para ese tiempo una refresquería, heladería y venta de emparedados. Allí se reunía la muchachada. Allí envejecieron y se vieron sorprendidos por la desaparición del negocio.

Habría que preguntarse por dónde andan esos espíritus, por dónde se vacilan la eternidad. Entonces Calabozo es el reservorio de tantos recuerdos, de siglos de andanzas, de años largos para la construcción de edificios, casonas e iglesias. Y pasarían otros siglos más para el nacimiento de Francisco Lazo Martí, quien ha sido el legado de esas épocas perdidas, añoradas o sufridas.

Quiero dejar estas palabras de Lucas Guillermo Castillo Lara en estas líneas:

“El 13 de abril de 1723 se celebraba el primer bautismo en la Misión de Nuestra Señora de los Ángeles y al día siguiente, 14 del mismo mes, se hacía lo propio en la Santísima Trinidad” (p.41).

Con esa ceremonia religiosa se apuntala la creencia de que Calabozo sería una fuente de santidad, razón por la cual su vocativo alerta contra la oscuridad, contra la niebla que pueda ocultar el paisaje humano de esta comarca donde hombres y mujeres han fundado hace 40 años un espacio para la amistad, la belleza, la creación y la esperanza.

La casa que recoge estas aspiraciones sigue allí. Es la misma calle por donde el poeta Efraín Hurtado y el también poeta recién fallecido Etanislao Delgado adivinaban las horas y recorrían las tardes en medio de las nebulosas que el llano propicia.

Con esta muy personal escritura celebro este encuentro para también celebrar y conmemorar la presencia de quienes nos han dado tanto.

 

Maracay, 27 de septiembre de 2022.

 

Conmemoración y actualidad de la visita de monseñor Martí (1772-2022), Horacio Biord Castillo

 

XVI ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES DE VENEZUELA EN CALABOZO

Organizado por el Grupo de Historia Regional y Local “Efraín Hurtado” y el Ateneo de Calabozo

Calabozo (estado Guárico), octubre, 2022

 

Conmemoración y actualidad de la visita de monseñor Martí
(1772-2022)

 

Horacio Biord Castillo*

 

En 2022 se cumplen 250 años del inicio de la Visita Apostólica de monseñor Mariano Martí a su extensa diócesis de Caracas, iniciada en lo que hoy es territorio de la diócesis de La Guaira. Las conmemoraciones de eventos importantes y extraordinarios deben enmarcarse en la línea de revisar el pasado. El examen del pasado y la reflexión sobre sus implicaciones son recursos cognoscitivos de gran valor para entendernos colectivamente.

Mariano Martí y Estadella nació en Brafim (en la catalana provincia de Tarragona, España) el 24 de diciembre de 1721. Estudio en la Real y Pontificia Universidad de Cervera, donde se doctoró en derecho civil y canónico en 1748. Se sabe que fue ordenado como subdiácono en 1743 y de sacerdote en 1749. Doce años después, en 1761, sería nombrado obispo de San Juan de Puerto Rico y sus anejos ultramarinos que comprendían las islas de Margarita y Trinidad, la provincia de la Nueva Andalucía y la Nueva Barcelona y la Guayana. Recibió la consagración episcopal en La Guaira el 17 de enero de 1762 de manos de monseñor Francisco Antonio Diez Madroñero, obispo de Caracas, y a quien luego sustituiría en el cargo.

En Puerto Rico y Caracas se destacó por sus actuaciones a favor de los más olvidados y despreciados. En 1763 inició la visita de su diócesis. Primero recorrió la isla de Puerto Rico y luego Cumaná (1764-1768), Barcelona (1765), Margarita (1766), Trinidad (1766) y Guayana (1766-1767). En 1769 fue nombrado obispo de Caracas y tomó posesión en enero de 1770. En 1772 emprende por espacio de 12 años la visita de la diócesis. Tanto en Puerto Rico como en Caracas le tocó enfrentar largos pleitos y diferencias con autoridades españolas e incluso de la propia iglesia. Murió en Caracas el 20 de febrero de 1792.[1]

De su larga visita a la Diócesis de Caracas dejó un extenso testimonio, cuya versión hasta ahora más amplia es la publicada parcialmente en seis volúmenes por la Academia Nacional de la Historia (Martí 1998). Los testimonios de esa visita tienen una gran importancia no solo eclesiástica sino social (Biord Castillo 2007). Ofrecen un extraordinario retrato, si se quiere multidimensional de la Venezuela del último cuarto del siglo XVIII (Biord). Lamentablemente no se han conservado o no conocemos hasta el momento los testimonios sobre la visita a los anejos ultramarinos de Puerto Rico, es decir el Oriente de Venezuela y la Guayana, Margarita y Trinidad. Seguramente serían un extraordinario conjunto de documentos sobre la situación de esas regiones en la segunda mitad del siglo XVIII que pudiéramos contrastar con otros documentos, como la visita a los pueblos de indios ordenada para la Provincia de la Nueva Andalucía y la Nueva Barcelona por la Real Audiencia de Cumaná y que llevó a cabo el oidor decano de dicha Audiencia, don Luis de Chávez y Mendoza, entre 1782 y 1784 (Laserna Gaitán 1993; Pérez Ramírez 1946).

La documentación derivada de la visita a la diócesis de Caracas es de una gran riqueza e importancia. Sin duda, constituye una de las principales fuentes para conocer la situación de la actual Venezuela en ese momento, precisamente cuando tras la creación de la Capitanía General de Venezuela en 1777 se van erigiendo diversas instituciones que luego, en el siglo XIX, facilitarán la unificación de las provincias y la declaración de independencia en julio de 1811 (Morón 1977).

Imaginemos por un momento lo que significaba visitar la diócesis de Caracas entre 1772 y 1784. Las comunicaciones debían hacerse a lomo de bestias (caballos o mulas), a pie o en embarcaciones para cruzar los ríos o hacer navegación de cabotaje sin distanciarse mucho de la costa. Martí visitaría el centro del país, los llanos y el occidente, es decir lo que hoy son los estados Miranda, La Guaira o Vargas, Aragua, Guárico, Carabobo, Cojedes, Portuguesa, Apure, Barinas, Lara, Yaracuy y Falcón.

Martí llegaba a cada pueblo y hablaba con el sacerdote y las personas principales. Se interesaba por la vida social, los pobladores y su situación, por la iglesia y sus propiedades, el estado de los templos, por los enseres y el ajuar, por las imágenes y las celebraciones religiosas, el cumplimiento de las normas y la vida religiosa, en general. Aporta por igual datos cualitativos y cuantitativos. Estos últimos, por provenir de una época preestadística, son de gran relevancia.

En algunos pueblos la gente se queja de los curas; en otros el obispo se entera de quiénes viven sin haberse casado, de los escándalos públicos, de las actividades económicas, del patrón de asentamiento, de cómo los indígenas preferían vivir más en sus conucos que en los pueblos. El obispo proporciona igualmente datos sobre los cultos más importantes y las fiestas que eran celebradas.

Volver los ojos a la obra de Martí es, como hemos dicho, repasar la historia lejana que nos puede ayudar a entendernos y a fortalecer nuestros proyectos de futuro.

Veamos algunos ejemplos. En Naiguatá (estado La Guaira), desde hace muchos años, la gente venera una advocación mariana llamada Virgen de Coromoto. Por tradición se sabía que era muy antigua; pero la documentación disponible solo se remontaba a mediados del siglo XIX. Gracias a las investigaciones llevadas a cabo por un equipo que me tocó coordinar,[2] entre las que descuella muy especialmente el trabajo de Marielena Mestas Pérez (2021), se pudo concretar en un documento de la visita de Martí a ese pueblo en 1772 que ya se veneraba a la Virgen aparecida en una piedrecilla a un indio de nombre Coromoto.[3] Ahora los naiguatareños no solo han precisado los orígenes de su hermosa devoción, sino que gracias a mirar y reevaluar el pasado pueden estar no solo orgullosos de esa advocación que se manifestó en la comunidad, en un riachuelo no muy lejos del mar, sino que la veneración plurisecular a la Virgen de Coromoto de Naiguatá es un elemento muy antiguo aglutinador de la identidad local y regional.[4]

En otras regiones, Martí escuchó las preocupaciones y motivos de los feligreses y tomó las medidas que consideró pertinente. Por ejemplo, en San Antonio de Los Altos (actual estado Miranda) creó el 21 de abril de 1783 una nueva parroquia, deslindándola de la vecina de San Diego de Los Altos, porque los vecinos atestiguaban que al cura de San Diego se le hacía muy difícil atender los dos pueblos. Por ello con frecuencia los habitante de San Antonio se veían privados de los sacramentos o no podían cumplir con sus obligaciones, además de que los moribundos no recibían la atención espiritual y los entierros se hacían sin presencia del sacerdote.

En los pueblos de Petare, Baruta, Maiquetía y Carayaca, por ejemplo, Martí documenta la forma de enseñar la doctrina a los jóvenes indígenas. Muy de mañana, en torno a las seis horas, se reunían a escuchar las explicaciones del cura doctrinero. Al final de la tarde se volvían a congregar y rezaban alguna oración (Martí 1998 I: 4-10). Esto coincide con la forma como se hacía la evangelización en las misiones jesuíticas del Orinoco también a mediados del siglo XVIII.[5] Como se ve, la evangelización implicaba la castellanización o hispanización  y el cambio social compulsivos.

Martí escucha y anota en el libro personal las muchas denuncias que recibe sobre prácticas indecorosas, especialmente las uniones concubinarias, adúlteras y poligámicas, así como las prohibidas entre parientes cercanos, todo lo cual preocupa el celo pastoral del obispo.

Entre otros aspectos, también se preocupa por el excesivo consumo de guarapo o licores de fabricación artesanal en las poblaciones visitadas. Por ejemplo, en Maiquetía apunta: "Quando entró este Cura acá había quatrocientos indios, y casi todos han muerto desde que se introdujo el guarapo, que lo introduxo un francés el año de 1741, que vivía acá. Desde entonces se empezó a estender el guarapo, y con pretexto de ser ésta una bebida provincial (la qual se compone de azúcar de papelón y agua, y ahora le mesclan otras cosas como cabos de fumasos, pedazos de hierro, con lo que haze agrio y muy fuerte y destempla los estómagos y emborracha mucho, y por un corto precio tan grande cantidad de esta bevida) informaron al Rey, creo que unos diez y ocho años, en tiempo del señor Ricardos, y esta renta o privativa de vender guarapo la consignó el Rey al Hospital de San Lázaro de Caracas, que es quantiosa, y si no se quita acabará del todos a los indios y tiene perdida la tropa y otros españoles, y los indios se emborrachan mucho y se destruyen con esta Bevida" (Martí 1998 I: 8).

También Martí se preocupa por hacer precisiones etnográficas y toponímicas. Por ejemplo, señala en el actual estado Yaracuy que "Aunque este Cura dixo que este pueblo se llamava Urachiche y no hora Orachiche y que él assí lo escrito, pero de los libros antiguos se averiguado que es Orachiche y no Urachiche. No se sabe que hasta ahora haya algún Obispo visitado este pueblo" (Martí 1998 II: 397).

De igual manera allí hace una descripción de los cultivos y actividades productivas y se preocupa por la situación de los indios. Corrobora que no tienen asignada la legua de tierra que les ha sido reconocida por la Corona y que no poseen suficiente espacio para sus actividades productivas. Asimismo señala que no hablan el idioma indígena y que se presumen que sean caquetíos, aunque, diríamos hoy, la memoria colectiva se ha fragmentado y han olvidado el nombre étnico o etnónimo (Martí 1998 II: 396).

Por supuesto, tema central de la Visita son los aspectos eclesiásticos, el cumplimiento de las normas, el estado de los templos y el inventario de cada uno, las rentas de la iglesia, la buena conducta de los clérigos, la celebración de los oficios, la existencia de oratorios, la participación de los fieles.

La conmemoración de los 250 años del inicio de la Visita pastoral del obispo Martí a su amplia diócesis constituye una excelente ocasión para analizar ese pasado lejano que, sin embargo, nos fundamenta y da forma. Revisar el pasado nos ayuda a entendernos mejor. Permítanme señalar algunos aspectos importantes de esta visita:

1)               El carácter de fuente informativa que tanto para la historia social como para la historia eclesiástica propiamente dicha tiene la documentación derivada de las actuaciones del obispo Martí. Se trata de un amplio repositorio bibliográfico de datos esenciales para la historia venezolana.

2)               El retrato que hace Martí de la sociedad venezolana del último cuarto del siglo XVIII nos muestra su cotidianidad, sus fortalezas y debilidades, la responsabilidad de la Iglesia y sus contribuciones al bienestar social aun con sus errores y omisiones.

3)               La diversidad venezolana que hoy sigue vigente, aunque arropada por décadas de ideologías dominantes que privilegiaban una pretendida y ramplona unicidad cultural, tiene profundas raíces sociohistóricas, cuyo conocimiento y comprensión son fundamentales para atender las necesidades del presente y los retos del futuro.

4)               Para la Iglesia católica, como institución comprometida con la gente y sus necesidades concretas, tanto espirituales como materiales, la obra de Martí no solo documenta la forma como la Iglesia quiso en un momento histórico determinado atender sus responsabilidades, sino que también puede servir de inspiración y advertencia: inspiración para continuar lo loable y digno de tenerse como ejemplo y de advertencia para evitar lo que con la perspectiva actual consideraríamos desatinado y las propias desviaciones que el obispo señala y condena.

Conmemorar los 250 años de Martí es, ante todo, vernos nosotros mismos en perspectiva, nuestro territorio, nuestros centros poblados, nuestras gentes y sus culturas o sea nuestros antepasados y antecesores y sus modos de vida, que de alguna manera, aunque transformados, continuamos nosotros.

Celebrar a Martí es recordar que nuestra presencia no es fortuita en esta tierra ni está amenazada por meras coyunturas temporales aunque ciertamente haya vientos de cambio en el mundo. La mejor manera de vivir las transiciones es aferrándose a la fuerza de la tradición como venero de significados, símbolos y usos que pueden servir de hilos conductores especialmente en momentos de confusión, borrascas e inseguridad.

Referencias

Biord, Horacio. 2007. Relevancia etnohistórica de las Visitas Pastorales: el obispo Martí y los aborígenes de la región centro-norte de Venezuela en la segunda mitad del siglo XVIII. En Baltazar E. Porras Cardozo; Ana Hilda Duque; Niria Rosa Suárez y Raquel Morales Soto (eds.): El patrimonio eclesiástico venezolano. Pasado y futuro. 3 vols. Mérida: Fundación Archivo Arquidiocesano de Mérida, Universidad Católica Andrés Bello, Konrad Adenauer Stiftung, tomo 2, pp. [89]-100.

Biord Castillo, Horacio. 2018 a. La Virgen de Naiguatá en el IVIC. En el periódico digital Reporte Católico Laico (http://reportecatolicolaico.com/2018/06/la-virgen-de-naiguata-en-el-ivic/).

Biord Castillo, Horacio. 2018 b. Un taller para acercarse a la Virgen de Naiguatá. En el periódico digital Reporte Católico Laico (http://reportecatolicolaico.com/2018/08/un-taller-para-acercarse-a-la-virgen-de-naiguata/).

Biord Castillo, Horacio. 2018 c. La Coromoto y la Virgen del Valle: celebraciones marianas en Naiguatá en septiembre de 2018 Reporte Católico Laico En el periódico digital Reporte Católico Laico (http://reportecatolicolaico.com/2018/09/la-coromoto-y-la-virgen-del-valle-celebraciones-marianas-en-naiguata-en-septiembre-de-2018/).

Gilij, Felipe Salvador 1965 [1780-1784]. Ensayo de historia americana o sea historia natural, civil y sacra de los reinos y de las provincias españolas de Tierra Firme en la América Meridional. 3 vols. [correspondientes a los tres primeros de la edición original de la obra]. Caracas: Academia Nacional de la Historia (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, I: 71; II: 72; III: 73).

Laserna Gaitán, Antonio Ignacio. 1993. Tierra, gobierno local y actividad misionera en la comunidad indígena del Oriente venezolano: la Visita a la Provincia de Cumaná de don Luis de Chávez y Mendoza (1783-184). Caracas: Academia Nacional de la Historia (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, 219).

Martí, Mariano. 1998 [1771-1784]. Documentos relativos a su visita pastoral de la diócesis de Caracas 1771-1784. 7 vols. Caracas: Academia Nacional de la Historia (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Serie Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela, I (Libro personal): 95; II (Libro personal): 96; III (Inventarios): 97; IV (Inventarios): 98; V (Providencias): 99; VI (Compendio): 100; VII (Compendio): 101).

Mestas Pérez, Marielena. La Virgen de Coromoto de Naiguatá. Más de 250 años de devoción. Caracas: Diócesis de La Guaira.

Morón, Guillermo. 1977. El proceso de integración de Venezuela, 1776-1793. Caracas: Academia Nacional de la Historia (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, serie El Libro Menor, 3).

Pérez Ramírez, César (comp.). 1946. Documentos para la historia colonial de Venezuela. Mensura y descripción de los pueblos de indios situados en las provincias de Nueva Andalucía y Nueva Barcelona realizadas por orden del Rey don Carlos Tercero por el oidor decano de la Real Audiencia de Santo Domingo don Luis de Chávez y Mendoza. 1782-1784. Caracas: Crisol (Publicaciones de la Comisión Preparatoria de la IV Asamblea General del Instituto Panamericano de Geografía e Historia).

 

 



* Laboratorio de Etnohistoria y Oralidad. Centro de Antropología. Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Dirección electrónica: hbiord@gmail.com

[1] Los datos biográficos de monseñor Martí están tomados de la biografía incluida en el Diccionario de historia de Venezuela de la Fundación Polar y del trabajo de fray Lino Gómez Canedo “Introducción general” a los documentos de la Visita, publicada originalmente en 1969 (Martí 1998 I: [ix]- cxi).

[2] Ver Biord Castillo (2018 a, b, c).

[3] Ese documento permanecía inédito en el archivo Arquidiocesano de Caracas y fue transcrito y publicado por Mestas (2021: [93]-104).

[4] De igual manera, la identificación de los rasgos iconográficos es un elemento importante para afianzar la identidad de esta manifestación religiosa y deslindarla de la homónima de Guanare.

[5] El misionero jesuita Felipe Salvador Gilij (1965 III) documenta en su obra Ensayo de historia americana tales prácticas.

Dionisio Pereira, sexto Teniente de Justicia Mayor de La Villa de Todos Los Santos de Calabozo, Luis Eduardo Viso González.

 

XVI ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES DE VENEZUELA EN CAALABOZO

 

« Dionisio Pereira, sexto Teniente de Justicia Mayor de La Villa de Todos Los Santos de Calabozo».

 

Por Luis Eduardo Viso González.

 

“Genealogía sin fuentes primarias es Mitología”

El presente trabajo forma parte de un libro inédito de mi autoría,  titulado: «Fundadores y Primeros Moradores de La Villa de Todos Los Santos de Calabozo»

 

 

Dionisio Pereira fue el  sexto  Teniente de Justicia Mayor de La Villa de Todos Los Santos de Calabozo, tenía parentesco con el Libertador Simón Bolívar, ambos fueron tataranietos del genearca de los Bolívar criollos Antonio de Bolívar y Díaz de Rojas quien nació en Caracas el 5 de marzo de 1596, fue bautizado en la Catedral de Caracas el 7 de marzo del mismo año, hijo de Simón de Bolívar y Castro “el Mozo”, natural de Santo Domingo, quien fue hijo del primer Bolívar de esta estirpe, que se estableció en Venezuela Simón de Bolívar y la Rementería “el viejo”, nacido el 5 de marzo de 1532 en Villa de Marquina, Provincia de Vizcaya, Euskera, España y de su esposa Ana de Fernández y Castro, natural de Santander, España.  Don Simón de Bolívar y Castro, “el Mozo”, caso con  Beatriz Díaz de Rojas nieta de Diego Gómez de Agüero y de  Ana Vázquez de Rojas y Rojas quienes mueren cruelmente  asesinados por el tirano Lope de Aguirre en 1561 en Nueva Cádiz.

Don  Dionisio Pereira  se avecindó antes de  la cuarta década del siglo XVIII en la Villa de Todos Los Santos de Calabozo, formaron parte de la matricula fundacional que el año    1740 fue  convocada por el Teniente de Justicia Mayor, a exhortación del Reverendo Padre Prefecto Fray Miguel de Olivares[1], donde aparece con el nombre de Dionisio “Reina” [2] acompañado de su esposa Isabel Antonia de Araña y Orta (Isabel Antonia de Araña) y cuatro hijos, El año de 1748, luego de  «La primera revuelta calaboceña para deponer a un gobernante», Los calaboceños elevan la queja ante el gobernador, esta resultó efectiva y depusieron al  quinto  Teniente de Justicia Mayor Joseph Francisco de Miranda Jordán,  y en su lugar fue nombrado Don Dionisio Pereira, el cual gobernó con mucha quietud durante tres años, hasta 1751 en que renuncio el empleo[3]. Durante su desempeño como Teniente de Justicia Mayor, le correspondió el año de 1750,  a petición de Padre Fray Félix de Cortes, Presidente de La Misión de La Santísima Trinidad, medir y poner en posesión de la legua correspondiente a los indios de esta Misión, quienes ya más civilizados fueron trasladados al sitio de Marchena, situado una legua más abajo al sudeste[4] de la Villa de españoles.

Don  Dionisio Pereira, cuyo apelativo era   Dionisio Pereira Arráez y Sánchez:   nació hacia 1710 en los Valles de Aragua, Venezuela. Hijo legítimo de Sancho Pereira y Arráez y de su primera esposa María Sánchez. Casó hacia 1729 en Los Valles de Aragua, Venezuela con Isabel Antonia González de Araña y Orta, nacida hacia 1710, en Cagua, Estado Aragua, Venezuela, hermana entera de doña María Josepha de Araña y Orta, la segunda esposa de su padre Sancho Pereira y Arráez.  Los vínculos entre Don Dionisio y Sancho Pereira y Arráez, han sido ignorados por los genealogistas que han tratado el tema, tal vez por no haber tenido a la vista la dispensa de  impedimentos de consanguinidad, solicitada en San José de Tiznados el año 1797[5] por Francisco Antonio Pereira y Pérez y su pretendida María Sebastiana Navarrete y Pereira, el primero nieto del segundo matrimonio de su padre Sancho Pereira y Arráez  y la segunda bisnieta del  primer matrimonio de Sancho  Pereira y Arráez, por ser nieta de don Dionisio Pereira Arráez y Sánchez e Isabel Antonia González de Araña y Orta

Don Dionisio Pereira Arráez y Sánchez y doña Isabel Antonia González de Araña y Orta, procrearon a saber siete hijos:

 

1.- Luisa Anna Tereza Pereira y Araña: Nació el 24 de octubre 1730 en la Villa de San Luis de Cura, fue bautizada el 2 de noviembre de ese año en la  Iglesia matriz de su ciudad natal, falleció el12 de marzo de 1762 en Parapara, done casó  con Pedro Vitorio Requena.

 

2.- María Prudencia Pereira y Araña nació el 28 de abril de 1735 en la Villa de San Luis  de Cura, fue bautizada el  5 de mayo de 1735[6] en la  Iglesia  San Luis Rey de esa localidad, donde casó el 1 de abril de 1756[7] con Francisco Navarrete y Chinea[8], natural de La Gomera, Islas Canarias, España. Es preciso corregir la sinopsis que presenta el genealogista Don Antonio Herrera Vaillant en la  página 601 del Tomo I de su libro La Estirpe de Las Rojas, donde afirma que María Prudencia Pereira y Araña fue hija de Sancho Pereira (su abuelo) y María González de Arana y Orta, sinopsis que no es correcta, pese a que el Dr. Herrera  tuvo a la vista el acta de matrimonio. Las fuentes primarias correspondientes, actas sacramentales de bautismo y matrimonio, mrncionan clara e inequívocamente que doña María Prudencia fue hija de don Dionisio Pereira  Arráez y Sánchez y de doña Isabel Antonia González de Araña y Orta.

Don Francisco Navarrete y Chinea y doña María Prudencia Pereira y Araña, se radicaron en Parapara y más tarde sus descendientes en  la desaparecida población de San Francisco de Tiznados, donde tuvieron amplia sucesión.   

2.1.- Joseph Candelario Navarrete y Pereira, casado el 31 de agosto 1797 en la  Iglesia Parroquial Santa Catalina de Siena de Parapara, con María Manuela Pereira y Piñero, padres entre otros hijos de Concepción Navarrete y Pereira, que caso con  Juan Antonio Paúl Almeida, hijo de Prócer Francisco Antonio José Felipe "Coto Paúl" Paúl y Terreros y de  María Josefa de Jesús Almeida y Miranda, sobrina carnal del  Generalísimo Francisco de Miranda y Rodríguez.

2.2.- Victoria Dominga Navarrete y Pereira nacida el 10 de noviembre 1760 en Parapara, fallecida el 19 de noviembre 1760 en Parapara.

2.3.- José Ignacio Navarrete y Pereira, nacido el 29 de julio de 1772 en Parapara, fue bautizado el 8 de septiembre de ese año en la Iglesia Santa Catalina de Siena, murió el 3 de agosto 1872 en Ortiz a la edad de cien años, caso en 1806 con su prima  Bárbara Josefa de La Concepción Arana del Pino, nacida el 5 junio de 1783 en San Francisco de Tiznados y bautizada el 25 del mismo mes y año en esa localidad. Los esposos fueron dispensados por el impedimento de tercer grado igual de consanguinidad, La dispensa fue solicitada el 27 de marzo de 1806 en San Francisco de Tiznados y concedida por el ilustrísimo Arzobispo Francisco de Ibarra, certificada por Monseñor Juan Álvarez de Lugo, Secretario del Arzobispado de Caracas, el7 de mayo de 1806. Con sucesión.

2.4.- María Sebastiana Navarrete y Pereira casada en 1797en  San José de Tiznados, con Francisco Antonio Pereira y Pérez, hijo legítimo  de Juan Francisco Pereira y Araña y de María Luisa Pérez. Los pretendientes fueron dispensados de los parentescos de segundo con tercer grado de consanguinidad y de tercer grado igual de consanguinidad, así lo Certifica el lVicario de La Diócesis Don Marcos Joseph de Soto y Olazo. Es justamente esta dispensa la que ofrece el origen de don Dionisio Pereira Arráez y Sánchez.

2.5.-  María Manuela Navarrete y Pereira Casada con José Padrón, con sucesión.

2.6.- Juana Navarrete y Pereira casada con Miguel Hernández, con sucesión.

2.7.- María Eusebia de la Concepción Navarrete y Pereira, nacida el 16 de diciembre 1765 en Parapara, bautizada el 28 de diciembre 1765 en la Iglesia Santa Catalina Siena de Parapara,  casada en dos ocasiones, primeras nupcias con Atanasio Gómez y Sosa y segundas nupcias en 1803 en  Caracas con José Manuel de Ávila y Gómez, sobrino carnal de su primer marido.

2.8.- María Isabel Navarrete y Pereira: fallecida en 1835

2.9.- José Manuel Navarrete y Pereira: nació hacia 1777. Para el año de 1815, se desempeñaba como Teniente de Justicia Mayor de San José de Tiznados. El 26 de mayo 1819, fue condecorado , por el Rey de España, con la Orden Isabel La Católica en el Grado de Caballero, similar reconocimiento recibieron su par  de San Francisco de Tiznados Don Manuel Rodríguez y el rico latifundista de San José, don Manuel Cayetano Monserrate, a solicitud de don Pablo Morillo[9]. Gazeta de Caracas 26 de mayo 1919, página N° 1921[10].

Don José Manuel Navarrete y Pereira, casó con  Beatriz Gómez, fueron padres de:

 

2.9.1.- Eusebia del Carmen Navarrete y Gómez; Nacida el 25 de septiembre 1825 en San José de Tiznados - Estado Guárico – Venezuela, bautizada el 29 de septiembre 1825 en la Iglesia Parroquial San José de Tiznados.

2.9.2.-  José Emilio Navarrete y Gómez: Nacido el 28 de marzo 1834 en San José de Tiznados, bautizado el 30 de marzo 1834 en la  Iglesia Parroquial de San José de Tiznados .

2.9.3.- José Nazario del Carmen Navarrete y Gómez: Nacido el 15 de junio 1839 en  San José de Tiznados, bautizado el 16 de julio 1839 en la  Iglesia Parroquial San José de Tiznados.

 

3.- María Josepha Pereira y Araña: nació  el 5 de mayo 1737[11] en la Villa de San Luis de Cura, donde fue bautizada el 13 de junio de ese año.

 

4.- Juan Joseph Pereira y Araña: nacido y bautizado el mismo día que su hermana gemela María Josepha, ya mencionada.

 

5.- Santiago Pereira y Araña: nació el 25 de julio 1740 en la Villa de San Luis de Cura, bautizada el 29 de julio 1740 en la  Iglesia matriz de su ciudad natal. Casó  el 10 de noviembre 1762 en la  Iglesia Santa Catalina de Siena de Parapara, con María Susana Piñero y Requena, hija legitima de  Francisco Lorenzo Piñero y Luisa María de Requena. Eran residentes de “Agua Negra”. Procrearon varios hijos, entre ellos:

5.1.- María Manuela Pereira y Piñero: nació Parapara, casada el 31 de agosto 1797 en la Iglesia Parroquial Santa Catalina de Siena de Parapara, con su primo Joseph Candelario Navarrete y Pereira, ya mencionados.

5.2.- José Manuel Pereira y Piñero, casado el 2 de abril 1811 en la Iglesia Santa Catalina de Siena de Parapara, con Isabel de Córdoba y Gamarra, hija legitima de  Rafael de Córdoba y María Josepha Gamarra.

5.3.-  Joseph de Jesús Pereira y Piñero: nació el l 15 de octubre 1763 en Parapara, donde fue bautizado el 25 de octubre 1763.

5.4.-  Pedro Joseph Pereira y Piñero: nació el 19 de mayo 1766 en Parapara, fue bautizado el 28 de mayo 1766 en la Iglesia Santa Catalina de Siena de Parapara.

 

6.- Joseph Gregorio Pereira y Araña: nació el 9 mayo 1741  en la Villa de San Luis de Cura, bautizado el 17 de mayo de ese año en la  Iglesia matriz de su ciudad natal.

 

7.-  Cipriano Rosalio de la Encarnación Pereira y Araña: nació el 25 de marzo 1746 en la Villa de San Luis de Cura y bautizado el 3 de abril 1746 en la  Iglesia matriz de su ciudad natal.



[1] Castillo Lara, 1986, página 83

[2] Castillo Lara, 1986, página 83. Debe destacarse que el Dr. Castillo Lara, por error lo menciona como Dionisio Reina, en lugar de Dionisio Pereira, quien era el legítimo marido de Isabel Antonia de Araña y Orta .

[3] Castillo Lara, 1986, página 371

[4] Castillo Lara, 1986, página 300.

[5]Registros parroquiales y diocesanos,  Arquidiócesis de Caracas Expedientes y dispensas matrimoniales 1835-1837. Microfilm..

[6] Registros parroquiales y diocesanos, Iglesia San Luis Rey de  Villa de Cura, Estado Aragua. Bautismos 1718-1821. Microfilm.

[7] Registros parroquiales y diocesanos, Iglesia San Luis Rey de  Villa de Cura, Estado Aragua. Matrimonios 1719-1906. Microfilm.

[8] Chinea, apellido guanche, que tiene su origen en el Pago de Guadá, Valle del Gran Rey, Isla de la Gomera, evoca a una princesa gomera de nombre Echinea..

[9] Pares, Portal de Archivos Españoles, expediente sobre papeles cogidos en la acción de La puerta, Archivo General de indias, Estado 71, N21. https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/show/66350?nm

[10] Botello Oldman, Los Tiznados, Origenes de San Francisco y san José, Congreso de La Republica, Ediciones de La Alcaldía de Ortiz, ano 1998.  

[11] María Josepha y Juan Joseph Pereira y Araña, nacieron en parto gemelar.gemelar.