martes, 21 de diciembre de 2021

XV ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES, Calabozo 24 de septiemre de 2021

 

El Grupo de Historia Regional y Local "Efrain Hurtado" de Calabozo, y El Ateneo de Calabozo, se complacen en presentar, El XV Encuentro de Cronistas e Historiadores de Venezuela, realizado digital mente en Calabozo el 24 de Septiembre de 2021. 

En esta oportunidad, rendimos homenaje: al Dr. Lucas Guillermo Castillo Lara, en el centenario de su nacimiento, a Monseñor Relímenos Rojo Paredes, recientemente fallecido, a  los veinte años del Grupo de Historia Regional y Local “Efraín Hurtado” de Calabozo, a los Cronistas Felipe Hernández (Valle de la Pascua), Félix Celis Lugo (El Sombrero), José Garibaldi Soto (Tucupido), y a Daniel Chalbaud Lange, Cronistas fallecidos en los últimos dos años.

INDICE DE PONENCIAS DEL XV ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES DE VENEZUELA

domingo, 19 de diciembre de 2021

PRESENTACION DEL XV ENCUENTRO DE CRONISTAS E HISTORIADORES

 

         Cerramos un nuevo ciclo del Encuentro de Cronistas e Historiadores de Venezuela en Calabozo: su XV Edición. Las circunstancias negativas que indujeron a sus organizadores a recurrir a la vía digital para su realización no han mermado, más bien por el contrario, se agudizan con la amenaza de nuevas variantes del virus que nos ha azotado los dos últimos años, lo que casi nos hace pensar que tendremos que acostumbrarnos a convivir con él. Familiares, amigos, artistas, científicos, poetas, escritores, y hombres y mujeres ejemplares de nuestras comunidades han quedado en e camino, para muestra basta recordar a algunos de los homenajeados en este XV Encuentro, los siempre bien recordados Cronistas de Valle de La Pascua, El Sombrero y Tucupido, en Caracas la de otro de los consecuentes asistentes a estos eventos el Lic. Daniel Chalbaud Lange y aquí en Calabozo la lamentable y reciente  partida de la Dra. María Juárez de Conigliaro, esposa del compañero del Grupo de Historia Ysnardo Conigliaro y entusiasta participante con sus ponencias en los últimos encuentros. Ahora debemos registrar la ingrata noticia de la muerte de uno de nuestros colaboradores y asistentes, el Dr. Franklin Santaella Isaac, hombre culto, abogado diligente, hombre de letras y participante en los últimos encuentros presenciales; nos extrañó su ausencia en los últimos dos encuentros a pesar de haber sido invitado, quizás la enfermedad que lo aquejó, y que ya había minado su existencia, impidió su participación: vayan a su viuda, hijos, nietos y demás familiares las condolencias nuestras, seguros como estamos de que muchos de los participantes en los encuentros se hará eco de nuestro pesar.

            Veinticuatro importantes y trascendentes ponencias fueron presentadas en esta ocasión, en una demostración de que el espíritu creador y motivador sigue vivo en los que participaron, como debe ser ante el infortunio, para ellos nuestro agradecimiento sincero porque justifica con creces el esfuerzo de los organizadores, víctimas también de los aciagos momentos por los que también pasamos. A los que no participaron esta vez, nuestra palabra de estímulo para que sigan adelante con su faena creadora y participen en los encuentros futuros, seguros de que su ausencia de esta vez se debió a los motivos conocidos, o a algún otro que les haya surgido e impidieran su participación, y nunca la pérdida de la fe en su trabajo como las personas que recogen el diario acontecer de sus pueblos, semilla de la otra historia, la historia grande que perfila nuestra naturaleza de país.

Para todos y sus respectivos familiares y amigos, nuestros deseos porque ante la inminencia de la navidad y el año nuevo, reciban nuestros votos porque pasen una Navidad feliz signada por el amor y la solidaridad, y que en el 2022 se materialicen sus sueños, que salgamos de esta  grave y prolongada pandemia y podamos reencontrarnos en forma presencial en la ocasión de celebrar nuestro XVI Encuentro. Feliz Navidad y Año Nuevo.

 

 Por el Grupo de Historia Regional                Por el Ateneo de Calabozo

Local “Efraín Hurtado” de Calabozo                  Rubén Páez Díaz   

    Presidente

               Ubaldo A. Ruiz Rodríguez

                        Presidente

 

 

 

EL GRUPO DE HISTORIA Y EL ENCUENTRO CON LOS AFECTOS, Autor: Ubaldo Ruiz

                                                                                                       

            Como es sabido por quienes han participado en estos Encuentros de Cronistas e Historiadores, que año tras año, desde 2006, se han celebrado en esta Villa de Todos los Santos de Calabozo, las instituciones organizadoras de tales eventos culturales han sido, el Ateneo de Calabozo, y el Grupo de Historia Regional y Local “Efraín Hurtado” de Calabozo. El Grupo de Historia, casualmente ha arribado durante este año 2021 a su vigésimo aniversario de vida, pues fue fundado el 29 de junio de 2001 por varios de los participantes en un Taller de Historia Regional y Local que durante tres fines de semana de aquel mes y año se celebró en la casa natal del poeta Francisco Lazo Martí, sede del Ateneo calaboceño. El mismo fue organizado por dos instituciones culturales, una de Calabozo, y otra de Caracas.

            El Ateneo de Calabozo, presidido por el abogado Rubén Páez Díaz, y la Casa Nacional de las Letras “Andrés Bello”, encabezada por el poeta y escritor Luis Alberto Crespo, organizaron e impulsaron la realización de un Taller de Historia Regional y Local, que, como se dijo, fue dictado durante tres fines de semana en la sede del Ateneo por el historiador Arístides Medina Rubio. Durante el cierre de la actividad algunos de los participantes tomaron la iniciativa de continuar reuniéndose semanalmente con el fin de tratar temas referidos o relacionados con la historia en general, pero haciendo especial énfasis en la región llanera. Así nació el Grupo de Historia Regional y Local de Calabozo, que en un principio estuvo adscrito a la Cátedra Libre “Efraín Hurtado” del Ateneo, de donde tomó su nombre cuando adquirió personalidad jurídica.

            Los integrantes del Grupo de Historia durante estos veinte años han hecho mucho más que sentarse a conversar semanalmente acerca de nuestra historia. En esta época, y este medio, signados por lo efímero, este Grupo ha constituido un caso rarísimo de persistencia y perseverancia en elaborar proyectos y trabajar para su correcta y cabal ejecución. En algunos se ha alcanzado el éxito, y en otros no tanto. Cuando algún historiador emprenda la tarea de hacer, por ejemplo, una Historia de la Educación Universitaria del Estado Guárico, difícilmente podrá soslayar que nuestra entidad ha sido la sede de la tercera Escuela de Historia del país, y entre la documentación que deberá consultar para establecer la verdad histórica de este acontecimiento, están los libros de actas del Grupo de Historia, en donde podrá leer en qué día exacto se abordó por primera vez la idea de crear una Escuela de este tipo, así como las personas involucradas en esa iniciativa. Igualmente, se enterará ese hipotético historiador, en la misma fuente, acerca de todo el proceso inicial de siete años que dio como resultado el Decreto de creación, por parte del Consejo Nacional de Universidades, en 2009, del Área de Humanidades, Letras y Artes de la Universidad “Rómulo Gallegos”, con sede en la ciudad de Calabozo, y con el programa de Licenciatura en Historia. Sin consultar los archivos privados del Grupo de Historia todo estudio que pretenda abarcar en su integralidad la Educación Universitaria guariqueña resultará incompleto.

            En el transcurso de la celebración de una de las primeras reuniones del Grupo de Historia, por allá durante los meses finales de 2001, hace veinte años, se recibió la visita del Cronista de la ciudad de Maracay, profesor Oldman Botello. Ello fue motivo para desarrollar una agradable y fructífera conversación entre el prolífico historiador y mejor amigo, y los miembros del Grupo, y entre los temas que se abordaron en esa oportunidad, el visitante, después de celebrar la conformación del mismo, planteó la posibilidad de organizar aquí en Calabozo un Encuentro de Cronistas, al estilo de los que ya se habían realizado, y se desarrollaban en otras localidades del estado Guárico. Los meses siguientes el Grupo de Historia  estuvo ocupado en las actividades relacionadas con el impulso de la Escuela de Historia, por lo que la organización de ese sugerido Encuentro de Cronistas fue pospuesto; sin embargo ello no constituyó obstáculo para que algunos de los miembros del Grupo participáramos en los eventos que se realizaban en Valle de la Pascua, organizados por el recordado amigo Felipe Hernández. En el año 2004 llevamos a ese Encuentro varias ponencias, entre las que destacaba la propuesta de la Escuela de Historia.

            Nuestra participación en aquella actividad de 2004 en Valle de la Pascua constituyó toda una experiencia para quienes asistimos a leer las ponencias que llevamos. Allí percibimos lo que significaba un acto como ese. Pudimos notar que la lectura de las ponencias, es decir, la exposición oral ante una audiencia reunida especialmente para eso, era una manera muy especial que se brindaba a los expositores de divulgar sus trabajos de investigación, o sus opiniones escritas que acerca de diversos temas ellos tenían a bien manifestar. Se trataba de una especie de diálogo, formalizado mediante la exposición oral de ideas ordenadas en una ponencia elaborada a priori, y las respuestas de la audiencia con sus opiniones acerca de cada lectura. Pero también el Encuentro permitía entablar conversaciones menos formales sobre todos los temas imaginables que son abordados por los amigos que se reúnen con el fin de construir y consolidar vínculos académicos y afectivos. En aquel 2004, en Valle de la Pascua nos encontramos los viejos amigos de siempre, pero también convergimos con los simples conocidos que a partir de allí se convirtieron en amigos, y con los desconocidos que eventualmente pasaron igualmente a ocupar el lugar de la amistad. Fue un encuentro con la Historia, pero sobre todo, se convirtió en un espacio para compartir afectos. Desde ese momento asistimos todos los años a Valle de la Pascua para participar como ponentes, hasta 2008, lamentablemente el último de esos Encuentros.

            Hasta entonces solo habíamos oído hablar del Doctor Felipe Hernández, organizador de los eventos, y después Cronista oficial del Municipio Infante. Allá lo conocimos en persona y nos convertimos en sus amigos. Conocimos en Valle de la Pascua, en esos Encuentros, al Cronista de Tucupido, José Garibaldi Soto, oímos sus ponencias, y tuvimos la oportunidad de conversar con él en algunas ocasiones. Conocimos igualmente a otros muchos cronistas de diversos lugares del estado Guárico y de otras entidades federales. Especialmente recordamos a los cronistas de Camaguán, Ítalo Jiménez Laya, acompañado casi siempre de una hija suya, a la que le había dado por tarea la lectura de sus ponencias; y de El Sombrero, Manuel Aquino, de quien había leído muchas veces sus artículos, publicados en la prensa regional. Todos ellos se marcharon a otro plano, y ahora los recordamos a través del afecto construido desde el intercambio académico y la tertulia amistosa.

            En el Encuentro de Cronistas de Valle de la Pascua de 2005, en una conversación de amigos sostenida entre varios calaboceños con Oldman Botello, este nos recordó la propuesta de organizar en nuestra Villa de Todos los Santos un acto como el que allí se había desarrollado hasta entonces. Oldman dijo algo como: “Ustedes tienen todas las condiciones para realizar un Encuentro de esta magnitud, lo que deben hacer es ejecutarlo”. A partir de 2006, y con la sola excepción de 2010, el Grupo de Historia Regional y Local “Efraín Hurtado” de Calabozo, y el Ateneo de Calabozo, han organizado exitosamente el Encuentro de Cronistas e Historiadores de Venezuela en Calabozo, por lo que durante este 2021 se está realizando la edición número quince, el XV Encuentro de Calabozo. Al principio, y durante los cuatro primeros años las mencionadas instituciones organizadoras lograron incorporar el apoyo de la Alcaldía del Municipio “Francisco de Miranda”, incluso se consiguió el financiamiento de la edición de las ponencias de los tres primeros Encuentros, gracias a la respuesta positiva que dio el Alcalde de la época, Dr. Teófilo Rodríguez Díaz; pero a la larga, quienes han encabezado esa instancia de Gobierno local no han entendido ni valorado la importancia y trascendencia que dicho evento ha tenido para la divulgación del conocimiento histórico local y regional, y mucho menos han comprendido el valor que ha tenido en el cultivo de las amistades que en él se han verificado. Durante dos años se contó con el apoyo del Ministerio de la Cultura, a través del Centro Nacional del Libro, pero esos apoyos también se extinguieron. Las últimas ediciones presenciales fueron posibles gracias a que se ha podido lograr la colaboración de algunas empresas privadas instaladas en la ciudad de Calabozo. Este año, como el pasado, la pandemia que azota al mundo ha obligado a celebrarlo de manera virtual.

            Durante esas trece oportunidades en las que se ha organizado de forma presencial el Encuentro de Cronistas e Historiadores de Venezuela en Calabozo, este se ha convertido en convergencia de múltiples y variados participantes. También aquí se han intercambiado muchas ideas literarias y académicas, como obligan los objetivos que se proponen los eventos de este tipo, pero también se  han cultivado muchas amistades y afectos, como acostumbran las circunstancias en toda reunión de seres propensos a compartir su humanidad con sus semejantes. A Calabozo han acudido durante estos dieciséis años numerosos historiadores y cronistas de diversas latitudes del país, lo que ha convertido a nuestra ciudad y a nuestro Encuentro de Cronistas en referencia obligada en la agenda y el calendario de eventos de este tipo.

Sería muy difícil y riesgoso dedicarse a elaborar una lista completa de los participantes en esta cita anual de Calabozo. Pero es necesario recordar en este punto a algunos de esos cronistas, que merced a los intercambios de conocimientos y afectos propios de estos Encuentros se convirtieron en amigos. Es preciso nombrar a Felipe Hernández, Cronista de Valle de la Pascua; a José Garibaldi Soto, Cronista de Tucupido; a Félix Celis Laya, Cronista de El Sombrero; y a Daniel Chalbaud Lange, participante asiduo en los Encuentros de Calabozo. Todos ellos fallecidos entre 2020 y 2021, y todos ellos convertidos en amigos durante los intercambios producidos en el seno de las reuniones anuales convocadas para leer las ponencias de cada uno. Hoy las instituciones organizadoras los han convertido en objeto de reconocimiento honorífico por sus aportes académicos, y por sus aportes a la amistad.

Si algún regalo se le puede ofrecer al Grupo de Historia Regional y Local “Efraín Hurtado” de Calabozo en su cumpleaños número veinte, sería desearle larga vida, a fin de que continúe organizando los Encuentros de Cronistas e Historiadores de Venezuela en Calabozo, pues cuando la pandemia le permita al mundo el retorno a la normalidad, estaremos esperando a los visitantes en nuestra ciudad de Todos los Santos para volver a reencontrarnos con los afectos.

El Cronista; Símbolo de identidad Por: PROF. REINALDO PEÑA CHACIN


La oscuridad envuelve la sabana, cae la lluvia y de repente una tormenta en el llano.

Pronto el sol corta el horizonte con una herida de luz que va despertando a las aves.

La madrugada aún oscura se aferra a la tierra…La brisa se detiene de repente como cediendo el paso a la mañana…

Así narra el cronista el amanecer en la inmensidad del llano.

Narraciones históricas escritas entre finales del siglo XV y el siglo XVIII fueron llamadas Crónicas de Indias convirtiéndose en la literatura predominante durante la Colonia, con sus propias peculiaridades y sus importantes transformaciones cumpliendo una función testimonial y con la finalidad de pretender narrar la verdad de los hechos.

Pero es en el siglo XVIII cuando comienza una nueva realidad, una mirada más serena, analítica y critica de las crónicas.

Es por ello que la sociedad venezolana asume al Cronista como “un ciudadano necesario”, símbolo  de identidad, para la indagación, conservación y defensa de su pasado, como también de “apropiación del presente” para reconstruir un porvenir inmediato.

Desde el nombramiento del primer Cronista de Ciudad en Venezuela, la historia local o microhistoria no se concibe sin la presencia del historiador local.

Aconsejaba don Simón Rodríguez a su discipulato: “en cuanto a ti, en quien noto cierta propensión a la historia, quiero darte un consejo, y es este: si alguna vez pretendes y  puedes escribir, cuéntales a tus compatriotas en términos sencillos y sin lujo de fantasía lo que sepas sobre tus antepasados, para que aprendan a respetar su memoria, a reverenciarla y a reconocer sus sacrificios”.

Por ello, el cronista, es la conciencia de la ciudad, un hombre con capacidad y coraje que lo identifiquen con su entorno, con una conciencia lucida y con la valentía de empeñar la vida más allá, y en respaldo de la palabra escrita.

En este sentido es justo el reconocimiento que en este XV Encuentro de Cronistas e Historiadores de Venezuela en Calabozo se hace a los homenajeados en esta ocasión: Lucas Guillermo Castillo Lara, historiador y cronista en el centenario de su nacimiento; Monseñor Helímenas Rojo Paredes, Arzobispo emérito de Calabozo; Felipe Hernández, cronista de Valle de la Pascua; Félix Celis Lugo, cronista de El Sombrero; José Garibaldi Soto, cronista de Tucupido; Daniel Chalbaud Lange y al grupo de Historia Regional y Local “Efraín Hurtado” de Calabozo en su vigésimo aniversario, quienes pertenecen ya por sus indiscutibles méritos e innegables valores a lo más entrañable del patrimonio regional.

Y como advertía Enrique Bernardo Núñez: “si el pueblo es el cronista, entonces la conciencia de su soberanía popular deberá traducirse en la obra del Cronista”, símbolo de identidad…

 

 

A la memoria de mis bisabuelos maternos: José Abraham Chaya y Rosa Sirgan Dipp de Chaya. Lic. Rebeca Del Valle Chaya.

 A la memoria de mis bisabuelos maternos: José Abraham Chaya y Rosa Sirgan Dipp de Chaya.  

                Por: Lic. Rebeca Del Valle Chaya

Durante el último cuarto del siglo XIX nace en el lejano Líbano del Medio Oriente, una pareja compuesta por José Abraham Chaya y Rosa Sirgan Dipp (ambos de religión católica). En la alborada del siglo XX contraen matrimonio y deciden, de mutuo acuerdo, gastar parte de su apreciable fortuna en un viaje de “Luna de Miel” alrededor del mundo. El joven Continente Americano, ya para entonces famoso en los países árabes, es tentador para ellos; muchos de sus paisanos amigos se encuentran establecidos en estas tierras y sus constantes cartas relatan maravillas de este paraíso rodeado por el Atlántico y el Pacífico. Después de visitar Panamá, México, Centro América, Cuba, Martinica y Haití (aparte de su arábiga lengua materna, dominaban el francés) llegan a la escala Venezuela (1.905). En Puerto Cabello les espera un numeroso grupo de paisanos amigos, son múltiples sus anfitriones pero sus principales cicerones serán sus amigos Asís, Salomón y José Mucci Abraham. Ellos estaban residenciados en la ciudad de Valencia con prósperas empresas mercantiles y además poseen hatos ganaderos en el extremo sur del Estado Guárico, en un modestísimo pueblito llamado Guayabal. Los jóvenes esposos Chaya Dipp ya tiene fecha naviera para abandonar Venezuela y continuar su viaje a Brasil, Chile y Argentina, países que anhelan conocer y donde los aguardan otros amigos, pero los hermanos Mucci Abraham los convencen para que aprovechen los días que faltan para zarpar, acompañándoles en el viaje que deben realizar desde Valencia hasta Guayabal – verdadera odisea en aquella época – y al llegar a estos parajes se enamoraron de sus tierras, olvidando su itinerario y dando la espalda a sus lejanos intereses, en este Guayabal se sembraron para siempre. Allí adquirieron tierras, familia y bienes. Allí sembraron su amor, admiración y respeto. Cuenta la oralidad familiar que el bisabuelo decía: “A Guayabal hay que amarla por generosa… por noble y por madre… La buena tierra es madre”.

Según oralidad familiar de quienes tuvieron acceso a los documentos de identificación de nuestros ancestros, el Bisabuelo era proveniente del pueblo de Basum (Líbano) y la bisabuela del pueblo de Darayya (Siria), estos se conocieron en un viaje de negocios del bisabuelo en el que se enamoraron y prontamente se casaron.

De esta hermosa pareja nacieron 8 hijos todos acá en Venezuela y en el pueblo de Guayabal donde se criaron:

1.      Petra Rosa Chaya Dipp F.N. 01/08/1907

2.      Josefa Emilia Chaya Dipp (la negra)

3.      Carlos José Chaya Dipp (mi abuelito)

4.      María Josefa Chaya Dipp (tía Mery) F.F 11/12/2009

5.      Abraham de Jesús Chaya Dipp

6.      Rosa Salime Chaya Dipp (tía Sasá)

7.      María de Lourdes Chaya Dipp (tía Lula)

8.      Rosa Gilene Chaya Dipp. Año de (Nac. 1925)

La bisabuela Rosa Sirgan Dipp de Chaya falleció de parto en 1.925 dando a luz a su última hija. Por lo que Más tarde su viudo (José Abraham Chaya) formo nueva familia con una señora de apellido Pantoja con quien tuvo 5 hijos más: Amado, Elio, Edmundo, Susana y Alicia Pantoja. Con lo que acrecentó su descendencia.

Carlos José Chaya Dipp, el tercer hijo de este matrimonio contrajo nupcias el 02 de Agosto de 1945 con la señorita Dilia Elena Crespo González, quien también era de guayabal y de padres adinerados y herederos de grandes extensiones de tierras en el Estado Guárico. Hija de Herminia González Ojeda de Crespo y José Filadelfo Crespo. De esta unión nacieron 4 Hijos:

1.      Rosa Herminia Chaya Crespo F.N: 03/05/1946 F.F:11/08/2019

2.      Dilia Esperanza Chaya Crespo F.N: 1947 (Fallecida a los pocos días.)

3.      Nellys Aurora Chaya Crespo F.N. 16/10/1948 – F.F: 02/03/2011 (Mi madre)

4.      Carlos José Chaya Crespo F.N. 1950 F.F:22/08/2019

Este matrimonio (Chaya Crespo) llego a su fin tras una demanda de divorcio, interpuesta por la conyugue Dilia Elena Crespo G. De Chaya, emanada según consta en documento  H-73- N° 0645902, por auto de fecha 25 de Febrero de 1954 y finiquitada y sentenciada en la Sala de Audiencias del Juzgado Superior de la Novena Circunscripción de Estado Guárico, en el Palacio de Gobierno de San Juan de los Morros el 29 de septiembre de 1955. Según consta en acta de divorcio.

Yo, Rebeca del Valle Chaya, hija de Nelly Aurora Chaya, nieta de Carlos José Chaya y Bisnieta de José Abraham Chaya, hoy me siento orgullosa de poder reconstruir y contar esta hermosa historia de amor de mis ancestros inmigrantes, quienes se sembraron para siempre en esta mi amada patria para formar familia y plasmar esta dulce y hermosa huella. Agradeciendo a mis familiares por todos esos aportes en documentos, libros, escritos y narraciones hoy aquí plasmadas con algo de melancolía por todos esos bellos y nobles seres que ya físicamente no están, pero que dejaron en nuestras almas el más profundo afecto y orgullo familiar.

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EL ULTIMO VIAJE DE EL POLLO QUINTANA. AUTOR: Orlando Rivero

EL ULTIMO VIAJE DE EL POLLO QUINTANA.

AUTOR: Orlando Rivero, Cronista Comunal.

 

Eran las 9:15 a.m. del día 28 de marzo, Domingo de Resurrección y ultimo día de la Semana Santa de 1994. El señor Guillermo Antonio Quintana Díaz, conocido con el apodo “El Pollo” y conductor del Ferry Generoso Campilongo, se dirigió a los quioscos situados a la orilla del sitio mejor  conocido como Balneario La Playita en el sector Misión de los Ángeles o Misión arriba al sureste del embalse del mismo nombre ante mencionado en la ciudad de Calabozo, estado Guárico, Venezuela.

Antes de esto, ese mismo día, como a las 8:15 a.m., El Pollo, los tripulantes y varios pasajeros se preparaban para zarpar y dar el primer paseo del día. En ese momento, se escuchó la voz de un pasajero que gritó A buen viento, buena mar” (decir naviero). El pollo, dirige la embarcación via el aliviadero de la represa, también llamado Las Compuertas. El Ferry en su recorrido duraba 30 minutos desde la playita al aliviadero. Al llegar a este, los pasajeros saludaban emocionados a los turistas y pescadores que se encontraban arriba en los muros, también llamados miradores, situados al lado de las inmensas compuertas de metal del aliviadero. Después El Pollo, enfilaba la proa del ferry para volver al improvisado muelle de la playita. Al llegar a ésta, habían transcurrido 30 minutos, lo que daba un total de una hora de paseo.

Los primeros en bajar de la embarcación eran los tripulantes, quienes sujetaban el ferry con largos mecates de nylon a los postes de madera que habían sido enterrados previamente a la orilla.

Después bajaban los pasajeros contentos por el paseo logrado. A las 9:20 a.m. y ultimo en bajar, era El Pollo Quintana, quien revisaba que la embarcación quedara bien sujeta a los postes de madera. Después de esto, se trasladó hasta los diferentes quioscos que ofrecían en venta desayunos criollos tales como arepa rellena con carne molida y con el tradicional Chigüire esmechado, las empanadas fritas rellenas con queso llanero, el cafecito fuerte y guayoyo, así como también el acostumbrado guarapo de panela con limón, bien frio y algunas bebidas espirituosas.

El Pollo, se entretuvo en uno de los quioscos, comiendo y conversando con algunos turistas tratando temas como los sitios para visitar, tales como la isla de los patos, el sitio de La Caimana, los palmares sitiados al Este del embalse, vía fluvial, cerca de la población de Palo Seco, ubicada al Este de Calabozo.

Corría la hora, y El Pollo en su conversación olvidó que a las 10 a.m. tenía que volver al ferry, para zarpar con el segundo paseo de ese día. Mientras tanto, en la embarcación abordaban los turistas, muy alegres para realizar su paseo por el embalse. Llegaron las 10 a.m. y los pasajeros se mostraban inquietos porque el ferry no partía del muelle.

El responsable de la embarcación, se percató que El Pollo no regresaba y nombró un nuevo conductor y el ferry zarpó del muelle en su segundo paseo a las 10:15 a.m. vía Las Compuertas. El ferry se alejaba y alguien avisó al pollo, quien todavía conversaba en el quiosco, que la embarcación había partido sin él. Al escuchar esto, El Pollo, se levanto apresurado de la silla y se dirigió al muelle. Una vez ahí, se lanzó al agua, a nadar con el propósito de alcanzar la embarcación.

Alguien comentó en ese momento, que El Pollo en su juventud fue un buen nadador. Otra persona expresó que El Pollo, en el pasado, había participado con éxito en algunos eventos de natación y había ganado algunos de éstos. Mientras tanto El Pollo seguía nadando y se alejaba del muelle, a unos 40 metros de distancia. En ese momento, paró de nadar, cansado o sufrió de un calambre, sumergiéndose para no volver a salir a la superficie.

En consecuencia: Varios días después del mencionado suceso, el cadáver de El Pollo fue encontrado por los rescatistas el cual estuvo atrapado por las ramas de plantas acuáticas en lo profundo de aquel sitio cerca del muelle. Parte de su rostro y un muslo de su pierna habían sido devorados por pirañas o caribes. Su cuerpo fue trasladado al hospital de la ciudad para entregarlo a sus familiares y darle cristiana sepultura.               

 

 

 

EL RECADO DE JOSÉ CUPERTINO. LUIS LUZARDO CASTELLANOS

EL RECADO DE  JOSÉ CUPERTINO.

Luis luzardo castellanos

    Las tardes en Guasdualito, son tibias como sus sabanas y suaves como el color de su cielo; se dejan refrescar con la brisa que viene remolineando desde las selvas de San Camilo entre ríos y luceros que la acompañan hasta llegar allá. En la noche; el poblado es envuelto por las sombras, en un delinear de figuras misteriosas que encuentra su cariño entre las estrellas de la madrugada. Algunas de ellas, al brillar de una forma tan especial, seducen con su amor, en aquel llano; al pueblo que se asienta en el corazón del Alto Apure[UdW1] .  

                                                                                                                      

    Atrapado en un corral de palmas existenciales, José Cupertino corre los largueros de ese portón y sale espantado por el vapor del río y del guayabo que le dejó un amor. Se pone nostálgico al ver partir una encomienda para San Fernando, que seguirá con canalete a Puerto Miranda, y caminando al Camaguán de sus recuerdos, rumbo al centro del país.

Se siente humillado al pasar el trapito por la mesa de los comensales y bebedores de su taberna; además, lleva la soga a rastras, de un matrimonio con una colombiana bonita, que no terminó de cuajar.

-¡Llévale ésta carta a Juanita, vale! Cuando pases por Camaguán. – Le dijo al viajero, barajando la pelea de su vida-

   Donde le manda a decir, que la va a buscar a salidas de aguas, y que por su amor se la va a jugar, con quien tenga que jugársela, para que se vaya a vivir con él. Le arregla con el encargo de unas letras bonitas algunos versos de amor, y luego se la da al emisario.

-Para entregárselo en sus propias manos –le dice- De otra manera me costara la libertad o la vida.  ¡Cámara, eso es solamente pa’que lo sepa! ¿Sabe?

   Ese recado, le alborotó el espíritu de nuevo y,  ya no tuvo manera de quitarle la vista al horizonte de llanos y esteros que tenía por delante, otra vez.

   No tanto en llegar al llegadero de amor que lo tenía bien trochado con ella, sino, el atravesar esa parte del llano que tenía por delante y pendiente; ya estaba en mora con la entrega de compases y piezas musicales previamente en encargo con su espíritu. Además, pendiente de unos romances de corazón viajero, y la siempre deuda que tenía con su maltrecha sensibilidad, que pedía lo suyo también.

Era una gran verdad, -pensaba para su propia factura sentimental-

¡Que le tenían arrinconada el arpa y la inspiración!

¿Quién puede componer un pajarillo, una quirpa, un carnaval o una zumba que zumba?; si tiene que andar limpiando mesas y cobrándole a gentes que lo que le importa es la pura miel de la parranda. ¡Carajo!

-¡Estoy que me voy! - se dijo entusiasmado- y tal vez, llegue antes que el mismo recado.-

   Le da una carta con el bojotico del encargo al caminante, y algunas monedas de plata,  para que se pague el viaje en correo particular.

Y calcula mentalmente los días que tardará en llegar la encomienda.

Y a su vez se pregunta:

-¿Cuánto me costará mandar un recado que dure cien años en llegar a su destino?

-¿A quién le corresponderá recibirlo? después de esos cien años de distancia:       

Yo quisiera preguntar: ¿Qué pasara en el tiempo con mis composiciones, con mis arreglos, con mi música y mis letras; y si después, por casualidad alguien se acordará de mí?

 ¡Devuélvame la respuesta del recado con quien puedas!

Se dice jugando con su fantasía.

   José Cupertino, es un bohemio; no encuentra acomodo encadenado a un negocio que le tiene secuestrado el alma, y su humanidad le pide a gritos la  sabana…

Seguramente le diría una voz por dentro:

¡Vete, pal ’carajo vale, que la llanura te espera!

¡Para que pases por todos los pueblos que dibuje el horizonte. Dejando la remonta con tus versos logrados, a quién tenga la bondad de oírlos y llevándose compases  frescos, en otros, para dejarlos más adelante!

-“Desearía que alguna vez, alguien le tire chamizas de leña al fogón de la imaginación, y de alguna manera puedan echar lazo a la caramera de trochas y senderos recorridos por mí. Para atajar los recuerdos y añoranzas.” En una corraleja de sentimientos y de historias.

¡Aunque sean algunos nada más!

  -¿Será posible que la imaginación de alguien fabrique algunos acordes, y de alguna manera se pueda preguntar:

¿Qué fue de la vida en ese lejano pasado, y de aquellos compases de música logrados por un recuerdo distante?

¿Se habrán preguntado alguna vez?

¿Qué quedaría de esa música que tanto alaban, cuando haya transcurrido el tiempo?

   Eso sería contarle a José Cupertino, entonces, al entregar en esos cien años el recado; que el bongo de sus composiciones y arreglos musicales se fue rio abajo por  el rio La Portuguesa. Que se fue sin patrón ni palanquero, sobrevolado por gavilanes en busca de lo que la atarraya de sus sueños pesco en la vida con sus obras musicales.

   La inspiración de José Cupertino, sus letras y su música, muchas fueron cachapeadas en el transcurso del tiempo y, lo que tenía dueño, con hierros y señales, se sumergió en las aguas profundas del recuerdo lejano, convirtiéndolas luego en folklore.

   Veremos lo que la imaginación nos pueda susurrar al oído. Para crear lo que se tenga que crear, de aquel punto de vida, lejano en el horizonte.

   Tras ese rastro, con la imaginación puesta en lo posible; haremos lo propio por encontrarla.

Sería desde luego, un recado que tardaría cien años en darle respuesta.                                                          

***

  En los meses de julio y agosto, se pican los ganados para los médanos altos camaguanenses, buscando secar las pezuñas y ahuyentar la plaga; respetando los espacios reclamados por el río La Portuguesa para desbordar su corriente y desparramar sus aguas como una mano abierta misteriosa hacia las tierras bajas; formando entonces, la arquitectura de LOS ESTEROS DE CAMAGUÁN.

   Ganaderos y campesinos, de botas y de alpargatas, van concentrando sus reses en vaquerías; una y otra vez, todos los años, y todos revueltos, hacia las jorobas de terraplén por encima de la media del agua. Desde ahí, si es necesario, entonces migrarlo hacia las tierras más altas, rumbeando hacia Corozo Pando.

  Cuando el invierno baja su ímpetu, La Portuguesa recoge su cobija, y ese caudal continúa rumbo hacia el  rio Apure.

   Camaguán tiene ojos para ver pasar infinitos arreos de ganados, rumbo hacia los mercados del centro, en su ruta desde el Apure, marcando de huellas las sabanas hacia los caminos de Calabozo, Parapara, Ortiz y Villa de Cura. En ese recorrido, le pasan por un ladito a los espejos de agua picoteados por las palmas, respetando los espacios que abrochan el río sobre los esteros.

   De la misma manera, las huellas voltean sus cascos, desde las sabanas tostadas de Calabozo, hacia las frescas riberas de Isla Apurito y Arichuna en el bajo Apure; cuando el verano busca lo suyo,… una y otra vez; infinitamente todas pasan nuevamente por Camaguán.

   El día de San José, del año 1878, nació en Camaguán, José Cupertino Ríos Viña, y se convirtió en uno de ellos.

   Igualmente en éste teatro encantado, las coplas y los pasajes, lastimeros a veces y alegres en otras, serán el libro primario de los niños llaneros, al ver pasar los arreos de ganados siguiendo a los jinetes punteros y dejándose apretar con otros por la culata, totalmente hipnotizados por las coplas y las canciones. Ahí creció José Cupertino.

                                                                   ***

    Un buen día José...Se fue arreando las cuerdas del arpa para el bajo Apure, a veranear el rebaño de sus letras culateados por el genio de su música.

Se puso en manos del arpista Cayetano Silva, y lustró con él, su vocación; aprendiendo la música que le faltaba, para luego ofrecer la propia -más pulida- salida de su cabeza y de su alma.

¡Los hombres son iguales que el ganado! - Se habrá dicho -

    Se dejan hipnotizar por las canciones, y se dejan llevar como arreos, por la llanura y por los sentimientos.

Así comenzaría su carrera artística, seguramente; cantándoles al ganado y cantándole a la gente que es lo mismo… A ellos y a la vida. Unos yendo hacia tierras altas a secar las pezuñas y otros hacia tierras barridas como centro de bailes, en una noche de joropo amenazante con amanecer.

   Creó dos mundos paralelos; el primero hacia adentro, y el segundo hacia afuera. Uno, navegando en las sabanas inundables de las emociones, y el otro, de pareja con el viento. Quedó abierto el canal entre esas dos dimensiones, comunicándose entre ellas libremente, creando obras musicales que le darían rumbo al folklore venezolano.  

                                                                ***

¡Allá van!

   Dicen al ver la caravana, compuesta con la comitiva sonora.

   Adelante, en la fila de mulas, los músicos y las mujeres; seguida por los burros con su carga de instrumentos, barnizados a sol y sombra por el frío de la madrugada, o del crudo relumbre del mediodía. Luego en la fila van los cuatros; instrumentos de cuello fino y cuerdas templadas, cruzados en la enjalma, para rematar como una culebra de cascabel con las maracas sonando en el último burro de la cola. 

     El arpista errante no poseía bienes de fortuna, pues después de sus necesidades, les estorbaba la riqueza, que chocaba con la otra, que siempre llevaban por dentro. Comparten todo lo que tienen, por el solo placer de cantar, tocar y componer, con el acompañamiento de algunos tragos de caña para llegar al amanecer.

   Sus mujeres también, tenían que andar a lomo de mulas, tienen que lavar a costa de río, y tienen también que recoger leña, preparar la comida y darle amor a su pupilo. Al llegar a las fiestas, tienen que defender sus hombres de las entusiastas joroperas, que apuestan sus días por un cambio en la espantosa rutina llanera que le brindan aquellas soledades que de pronto se convirtieron en fiesta.

                                                                         ***

¡Llegaron los músicos!

Se dijeron en aquel hato:

Venían las mulas y los burros cargados de gente y de corotos. Parecían galápagos con el caparazón del arpa envuelta en el poncho.  

  Al momento, quedarían rodeados de admiradores y preguntones, por la necesidad de comunicación, que le restriegan el alma a los seres de aquellos despoblados.

¿Cuándo salieron de Mantecal?

¿Cuantas jornadas hicieron?

¿Hasta cuándo se van a quedar?

¿Qué canciones van a tocar?

   Y así, infinidades de contactos, más que de palabras, de necesidades del espíritu que claman por comunicación:

-¡Hicimos tres jornadas desde Mantecal!

-Traemos unos pasajes nuevos y coplas de más adentro.

-¡José Cupertino compuso unos pajarillos para la cumpleañera!

- Pero necesitamos atender las bestias y darles de comer!

-¡Nosotros también estamos en lo mismo!-

 Le respondieron, buscando soltarse el lazo de la conversa, derrumbando sus maltrechas humanidades en los chichorros, colgados al llegar al sitio de abre boca.

A las mujeres les iría un poco mejor:

   Estuvieron atendidas y llevadas por las otras mujeres y muchachas, potenciadas por el entusiasmo de la parranda.

                                                                 ***

  Al llegar a esos bailes, a orilla de río, tal vez; en aquellos ranchones joroperos, de patio barrido y varas encarnadas de ternera, siempre darían la bienvenida al ánimo, que  disparaba haciendo sus mejores tiros.

Entonces, las latas mantequeras con la yuca, esperarían su turno para la candela. El aguardiente en barricas de 20 litros que también aguarda sus despuntes  en ese joropo barnizado de entusiasmo.

   ¡Llegó el momento! Tanto hombres como mujeres, contando los días y las horas que faltaban para las fiestas que paralizarían toda la zona de llanos y los alrededores donde se encontraban. De esa forma, suspenderían los trabajos de ganados y vaquerías, se recogerían también las atarrayas en ríos y los trabajos de fundación. Todos pendientes del acontecimiento, tanto el blancaje, como peones; muchachos y viejos, en el puesto de partida hasta donde aguante el cuerpo. En uno, en dos, o en tres días de fiesta; o hasta que las voluntades de los más osados soporten, y el alma de los joroperos llegue de nuevo al cuerpo de donde salieron.

  Ha debido el compositor, aderezar sus canciones y arreglos armoniosos en su mayoría, durante el viaje a lomos de mula, por decir en su mejor andar. Con papel y lápiz a puño del puro pensamiento.

-¡Aquí tienes Juanita, para que le entregues a José Cupertino! - le dice el anfitrión- donde habría de celebrarse el joropo: ¡Diez bolívares en monedas de plata,  y arrímense para que coman!

-Y si las cosas marchan bien, al final tendrán otros tantos. Eso afirmo el éxito del evento -según los músicos-  pues venían bastante cortos de plata como siempre.

  Después; la gran caravana musical, con su plata repartida, seguiría su camino de cascabel, sonando las maracas en el último burro de la fila; en su transitar hacia el próximo parrando, a leguas de distancia.

¡Ah carajo!¿ Cuánta gente no le gustaría ensillar una mula y pegarse de esa cola?

   Cuando se apagaban los candelorios y mechurrios de la última fiesta, se emprendía la peregrinación para la otra, pudiendo transcurrir varias jornadas. Así entonces, en las noches de campamento, se encendía la lumbre de su mente; para crear armoniosas canciones que volarían hasta el cielo, junto el chisporroteo de la candela que producían figuras en la noche, y reavivaban la imaginación del caminante para prender también el fuego de sus espejismos.

   Al amanecer, tira la atarraya de los recuerdos, para recoger los momentos vividos. Entonces, en lo profundo del monte, a orillas de las  barrancas del río, podrá zumbarle nuevamente algo al caldero de la imaginación y freír algunas tostadas con sus versos.

                                                                  ***

-Carajo José Cupertino– le comenta Manuel Pérez, el cuatrista

- ¿Y cuándo vamos a descansar, y dejar descansar a los músicos y a nuestras mujeres?; le dice para referirse a María Laya y a Juanita Toledo, que además son colcha y cobija con ellos.

-Necesitan reposar, porque te digo una vaina amigo, contar con ellas, es mucho cuento.

   Y era verdad,… la india María Laya del bajo Apure, no era una mujer rica, pero sí muy hermosa y trabajadora; lo mismo que Juanita, por lo que cualquier atención era poca para esas mujeres que también llevaban la semilla del bohemio.

   Admitiendo ese espacio humano en deuda para con ellas, le dijo José Cupertino a Manuel:

- Le vamos a componer una canción, con música y todo; para darle bastimento a su corazón y reconocimiento a su coraje.

Y así lo hicieron:                     Salí por el bajo Apure

                                                En una potranca Baya

                                                Tan solo por conocer,

                                               A la india  María Laya.

   Cuando languidecen las noches, y golpea la falta de contratos para tocar, queriendo animar un baile que no existía, o entonarse un seis por derecho, que más lo alimentaba a él, que los que lo oían; los sueños eran sustituidos por la sabana que llevaba dentro de su cabeza, y si le llegaba el día en eso, la imaginación seguía trabajando y sus manos callosas también, a destajo en faenas y vaquerías, porque el llanero es llanero y del tamaño del compromiso que se le presente.

-¿Qué estás haciendo José Cupertino?

   Le preguntarían en una noche de chisporroteo de candela que entibian las madrugadas frías, en el eterno peregrinar como hombre de los caminos.

-¡Aquí amigo! Enlazando cachilapos en las sabanas de mis pensamientos.

También sonaba el ensayo musical en esas orillas de caños, justo en camino hacia un baile de joropo; por esos llanos de Apure, y de Barinas, también de Guárico, con un inmenso brazo musical y emocional extendido con el corazón de Colombia, que a decir de los llaneros es lo mismo. Porque es un solo llano.

Por encimita se le contabilizan 200 composiciones musicales, que han trascendido en el tiempo y algunas otras 300 que no se han dejado conocer.

   Quedarían sembrados en las almas, para siempre; los  toques de José Cupertino Ríos, desabrochando los botones que oprimen el pecho de las parrandas, para luego derramar sus cantares por ese suelo barrido con escoba dulce, y refrescar la tierra, en ese espacio espiritual donde bailan las alpargatas. Así en un eterno reciclar de emociones melodiosas, iba abanicando de aromas, de música y alegrías en aquellos añejos festejos que siempre se mantenían entusiasmados por la novedad. 

                                                                 ***

  Se murió José Cupertino, dicen algunos, que en la indigencia. Un 15 de septiembre de 1945, a sus 67 años; no pudo ni usar la madera de su arpa para el ataúd, puesto que ya la había vendido.

 Por las calles de la población de El Samán del bajo Apure, dejó su último aliento.

 ¡Pero no como dijo la gente!:

    Desde el lomo de una mula castaña, se vio en un amanecer cruzando un claro de sabana; marchó dándose la mano con el cielo por una trocha azul y anaranjada. Alborotando al caminar, una bandada de corocoras formadas como notas musicales en algún estero apureño. Chapoteando aguas frescas y terrosas va su cabalgadura. Deja atrás, las corrientes oscuras y peligrosas con las que vivió toda la vida. Va jineteando alegre, al paso, y es cedido su andar, por los chigüires que se tiran al agua, retumbando al caer como el bordoneo del arpa. Se oye también un fino sonido, que da fe de una bandada de patos güiriri para sonar como primas, en esa despedida, ya revuelta con las nubes llaneras llenas de agua y de viento. En ese eterno tropel de correrías, volarán las garzas hacia los garceros del pensamiento, y se abrocharán con los momentos vividos,  impulsados con los brazos de su música y de su letra.

¡Se lleva eso!

 Allá continuará la fiesta con su espíritu.

    Después de haber vivido como quiso: con alegría y con tropiezos; se sentiría contento de llevarle al mundo la música que marcó un rumbo al folklor venezolano. Se mudó del llano de afuera, para vivir en todo su esplendor al llano de sus memorias. Todas, junto con su autor, se fueron a tocar joropos al cielo, donde sigue siendo inmensamente rico desde aquellas sabanas azules.

 

   Se recibió el recado de José Cupertino cien años después.

                                                                                         En este viaje imaginario.                        

                                             Por aquí me llevan preso          

                                              Por este camino real

                                             Por una guayaba verde

                                             Que picó mi turupial.


 [UdW1]