EL SESQUICENTENARIO
Román Martínez Galindo
La Sociedad Benéfica de Jesús en el Calvario de
La Victoria aquí en el Estado Aragua. Es no solo una institución, sino que es
la Institución más antigua de las fundadas en esta ciudad. Nuestra ciudad de La
Victoria. Acerca de su fundación podemos afirmar que es un hecho humanístico,
de fe cristiana y de solidaridad entre hombres de buena voluntad, animados por
la recomendación del Evangelio de Cristo, predicado a todas las gentes, como
fue la exhortación del mismo Mesías durante su paso como hombre por este
nuestro planeta. Donde como Dios Todopoderoso y Creador del Universo Infinito,
había sido enviado, encarnando el misterio más misericordioso y prodigioso de
cuantos hayamos podido haber conocido, y que nunca más podrá repetirse, dentro
del mismo significado y dentro de la misma grandiosidad... y cuya finalidad
fuera la del propósito expreso de salvarnos. De salvar a toda la humanidad, a
todos los hombres hijos de ese Padre que nos ama y que nunca nos abandonó a
pesar de nuestro olvido y nuestra fatal equivocación, y de nuestro deplorable
error, “el de rebelarnos en su contra”.
Esta Sociedad. Cuyas actas constitutivas están
asentadas en sus libros documentales. Cuya evidencia y existencia la estamos
comprobando nosotros mismos de manera evidente y explícita. En cuyo local de su
propiedad está inscrita en las paredes con frente a la calle, en una placa
empotrada en sus muros exteriores, “la fecha de su fundación”, donde podemos
leer que fue el 29 de septiembre de 1872. Lo cual nos demuestra y nos comprueba
que ha cumplido su sesquicentenario de ininterrumpida y callada labor de fe, de
verdadero cristianismo, integrada por espontáneos cristianos laicos, que no han
necesitado de ensotanarse, que no rezan mucho como los fariseos a los cuales El
Divino Maestro amonestó una vez llamándoles sepulcros blanqueados. Integrada
por humildes, pero los más ilustres ciudadanos de la Patria. Esta Sociedad
cuyos miembros son hombres inspirados por el entusiasmo y por la fe en las
promesas del Evangelio, y ahora también contando con la colaboración de
nuestras estimadísimas damas consocias. Todos ellos han mantenido a través de
150 años de olvidos, de saboteos, de chantajes, de quinta columnistas y de
algunos Judas... la constancia y la integridad de los primeros mártires
cristianos. Constancia y perseverancia que sin lanzas ni espadas ni amenazas
nucleares, derribaron imperios, regímenes de terror, injusticias encubiertas
por el leguleyismo, ventajismo, errores y equivocaciones que no pudieron dar al
traste con esta honorable y venerable obra de unión y solidaridad, que ha
pasado a ser una efeméride grandiosa en nombre de la paz que nos dejó y nos dio
Cristo. En nombre de sus milagros, en nombre de las bienaventuranzas del sermón
de la montaña, en nombre del Evangelio, en el nombre de los aciertos
asombrosamente felices de haber creado esta Sociedad Institucional, que iba a
perdurar hasta cumplir esta fecha de la celebración de su sesquicentenario. Los
150 años de la fundación de la Sociedad Benéfica de Jesús en el Calvario de La
Victoria. La Institución más antigua de La Victoria. Que ya es una página
indeleble en la historia y trayectoria de la ciudad.
Y esta es una historia que continúa. Una historia
que se sigue escribiendo. Día a día, generación tras generación. Cumplir hoy y
celebrar el sesquicentenario de esta Sociedad fundamentalmente representativa
es reconocer, como tantas veces lo hemos afirmado, que esta es una obra lograda
y sustentada por la fe en Cristo, sostenida por la fuerza de la lealtad
fraternal y apuntalada por la solidaridad y la amistad mutua entre sus
integrantes.
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No se pueden inventar 150 años de antigüedad.
Y... no puede improvisarse la presencia milagrosa del prodigioso Hombre del
Guayuco. El Patrón Aparecido... el milagroso Cristo del Calvario. Así que,
comenzaremos diciendo: Feliz Sesquicentenario para todos..!
Hoy, 150 años después, podemos afirmar y
proclamar a los 4 vientos que estamos en presencia de un altísimo valor
patrimonial. La Sociedad Benéfica de Jesús en el Calvario, de La Victoria, Edo.
Aragua, constituye un ejemplo y es una lección de civismo para los pueblos,
porque estamos presenciando el logro de una hazaña. Esto es una de esas proezas
que por su carácter eminentemente cívico, de construcción institucional
promovida únicamente por la realidad cotidiana, obedeciendo a lo que es
verdaderamente necesario para la convivencia de los buenos vecinos, tiene el
significado de representar una imagen consustancial con la naturalidad de lo
espontáneo, a través de lo cual se materializan los ideales y las expectativas más auténticas del hombre como ente
eminentemente social.
Las muchas generaciones, desde los fundadores, se
han venido sucediendo y en el más puntual de los relevos han sostenido la
vigencia inicial de este legado y han continuado actualizando lo que hoy en día
es la más antigua institución de La Victoria, y el núcleo humano activo más
contemporáneo del Barrio de Jesús en nuestra ciudad. Somos una presencia
humana. Somos una presencia cívica. Somos una realidad social. Somos una fuerza
determinante. La trayectoria de las diferentes generaciones que se aglutinan en
su seno y continúan aquella vieja iniciativa de hace ya 150 años tiene un
significado invalorable. Aquí no se han escrito fogosas páginas de la épica
guerrerista. La historia de la Sociedad del Cristo es otra. Los héroes de aquí
no aparecerán tallados en bronce como esos figurones a caballo que nos esperan
en las plazas públicas blandiendo espadas con manos crispadas y semblantes de
feroces perdonavidas. Aquí está presente El Cristo del Calvario. El Cristo
milagroso. Y el Cristo que se ha manifestado ya tantas veces y nos ha dejado
asombrados cuando a través de esta sencilla manera de comunicarse con nosotros,
nos ha querido dejar constancia que somos gente suya, que somos sus soldados y El Mismo ha querido hacerse sentir de esa
forma aparentemente común y corriente para que así lo amemos como Él nos amó a
nosotros, con la confianza que le podríamos tener a alguien de nuestra propia
familia.
Los hombres y mujeres de esta Sociedad son los
más autorizados voceros para exigir y señalar a las autoridades competentes y
legítimas qué es lo que se debe hacer en estas comunidades, que es lo que deben
corregir, y esperamos que las autoridades presten el apoyo y el respaldo a las
iniciativas de la gente. Es una obligación del funcionario atender y solucionar
los problemas materiales, sociales, económicos, de servicios públicos, de
formación ciudadana y de orden institucional en cada comunidad. Somos una
fuerza determinante en estas decisiones. Nada ni nadie podrá ostentar un mérito
como el de nosotros. No se pueden inventar 150 años de antigüedad. Contamos con
un respaldo superior. Nos ayuda con su presencia milagrosa e insustituible: “El
Hombre del guayuco”. Nos respalda el Patrón Aparecido... El milagroso Cristo
del Calvario.
Pero hay un halo de misterio en las cosas
antiguas, en las cosas que nacieron cuando todavía no habían nacido nuestros
padres. Y esas cosas conviven con nosotros a sabiendas de que también
pasaremos, pasaremos algún día, y ellas... ellas no pasarán. Se quedarán, se
quedarán mucho tiempo más. Permanecerán. Permanecerán como los valores
inmortales que le servirán de modelo y serán los maestros y los líderes de la
formación histórica y libertaria de nuestro pueblo.
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Por ejemplo: Ese mismo año de 1872, cuando se
fundó la hoy sesquicentenaria Sociedad
Benéfica de Jesús en el Calvario, allá en el
Barrio de Jesús al norte de La Victoria, se llevó a cabo la ejecución del
último condenado a muerte que hubo en Venezuela. Fue el último fusilamiento
oficial y público, previo juicio presenciado por nuestro País. El reo que
sufrió esa pena fue el general Matías Salazar, presidente del Estado Carabobo y
segundo vicepresidente de la República. Quien por desavenencias políticas,
opuso armas contra el gobernante de turno. Fue sometido a Consejo de Guerra y
condenado a muerte. La mañana de su ejecución, al sacarlo de la capilla en la
que el preso pasa la noche anterior al fusilamiento le dice el sacerdote que lo
acompañaba, viendo la gran cantidad que había ido a presenciar la ejecución:
“ve usted padre... que cuando el muerto es uno, para los demás es una
diversión”. El sacerdote le responde disuasivo y conminatorio: “hijo mío, estás
preparado para morir?” Y Salazar le dice: “no padre, cómo voy a estar preparado
para morir..?! Siempre será demasiado temprano para morir... Siempre será
demasiado pronto para morir..!
Si ese mismo año de 1872, cuando el 29 de
septiembre aquel grupo de hombres inspirados funda esta sociedad, alguno de
ellos en medio de la natural euforia y alegría sintiéndose artífice del hecho
transcendente, hubiera exclamado: “ojalá pudiéramos vivir lo suficiente para
ver esta sociedad que hoy fundamos cumplir 50, 100 o 150 años...” es bien
seguro que algún acompañante le hubiera recordado que no, que morimos demasiado
temprano para eso. Que la vida es corta... y que nuestra existencia es en el
tiempo menos que un segundo, menos de eso, ante la eternidad.
Por eso es un mérito digno del más alto
reconocimiento lo que se ha escrito a lo largo de estos 150 años de historia en
nuestra Sociedad. Aquí se ha practicado el verdadero cristianismo: unirse en el
nombre del Cristo, ayudarse los unos a los otros, y todo esto sin exigir ningún
tipo de prebendas ni pertenecer a jerarquías u organizaciones con poderes o
influencias mundanas. No se podrá censurar a uno de estos cristianos de vender
el cielo a los que puedan pagar el mayor número de misas y costear la
exhibición de los más suntuosos catafalcos en los funerales diaconados. Están a
salvo de este argumento blasfemo, pues todos son seglares o laicos animados por
la probidad más insospechada y no participarían en los entierros de cruz alta.
La Sociedad del Cristo, al cumplir sus 150 años
es hoy en día la Institución más antigua de la ciudad de La Victoria. Es aún más
antigua que el frontis del Calvario con las dos torres y las dos naves
laterales de pilares y arcos del año 1881. Más antigua que el reloj de la torre
de la iglesia del año 1889 (aunque nada de esto es una institución). Es muy
anterior a la estatua con la escultura de Eloy Palacios en la Plaza Ribas del
año 1892. Y mas que el cuartel, el palacio Campo Elías y que todo lo demás que
tenga algún valor transcendente y público en esta ciudad.
Nada importante se improvisa. Cuando el
Libertador Simón Bolívar nació, habían pasado ya 7 generaciones de esa familia
con su apellido aquí en Venezuela. Desde el primer Bolívar, que se llamó
también Simón y había nacido en 1530, hasta el Libertador, que fue el último de
ese apellido y de esa familia y murió en 1830, transcurrieron 300 años y 7
generaciones, para que llegara el genio. Para que pudiera haber existido un Libertador,
se necesitaron tres siglos completos y la evolución de 7 dinastías, que son el
verdadero soporte de raigambre para que un solo hombre hubiera podido llegar a
protagonizar la hazaña más grandiosa... después de la de Jesucristo..!
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