*Crónicas del Olvido*
*“LAS HUELLAS DE TUS PASOS”, DE ARÍSTIDES PARRA*
*(VOZ VIEJA, VOZ NUEVA)*
**Alberto Hernández**
*Arístides Parra* es un poeta que bebe en el pasado, pero a la vez renueva las imágenes de su pozo interior en un presente donde el mundo está lleno de una humanidad opacada por el miedo. Antigua voz por el tesoro contenido n su espíritu. Por el sabor del vino entregado en odre curado con palabras. Nuevo porque los temas que lo han angustiado nunca pierden vigencia. Es poeta deun tiempo redivivo, apegado al paisaje de la tierra yerma que lo vio nacer, el llano, que para Parra es un espejismo. En él calza el destino de su escritura, confirmada en la frecuencia de los sueños, la muerte, la soledad. Tres constantes, tres permanencias en cada uno de sus poemas.
Poeta arraigado a sus orígenes, también vestido con la visión castiza de quien tiene en el buen castellano la misión de perpetuarlo.
Más allá de la forma, del esqueleto de la voz, el calaboceño Arístides Parra ha sido propietario de una manera de ocultarse entre la maleza de su silencio. Silencio que también es palabra torneada para decir de ese paisaje que no lo abandona, pero también lugar para el humano ser, desestimado unas veces, aligerado otras.
En nota para presentar “La huella multiforme”, Pascual Venegas Filardo afirmó que ´el octosílabo en la poesía de Arístides Parra cobra un marcado acento nativista, y así, tal vez, la huella lejana que Antonio Machado pudiera haber dejado en el poeta, o los suaves matices de las canciones primaverales de Juan ramón Jiménez…” Venegas Filardo lo emparienta con García Lorca, con toda razón, lo que confirma que Parra abrevó en la poesía española de los siglos XIX y XX. Por supuesto, no deja de decir el presentador que el poeta de Calabozo bebió de la copla llanera, la que aparece y desaparece en la rica fronda de quien hizo de la forma un estado del alma, la cual encuentra vigor en los temas arriba señalados, para concebir un fondo en el que el espíritu del poeta venezolano encontró lugar.
Por eso no sólo la forma acerca a Parra a la poesía española, la dada a la recitación más que a la reflexión. La más sencilla, pero a la vez destinada a crear otros instantes de la imaginación verbal. Arístides Parra encontró –un poco más atrás en el tiempo- filón en Jorge Manrique y Calderón de la Barca. Parte de la muerte que canta Parra está en el mismo sendero anímico de las ´Coplas a la muerte del maestro don Rodrigo´o ´Coplas a la muerte de su padre´, sin desestimar que la elegía albergue en ambos el tono preciso para confirmar la eternidad en la tierra. Y así, ´Camina la vida aprisa/ de muerte, el soplo efímero, el que sigue el curso hacia la mar´.
De Calderón, los sueños, la revelación, la sombra como materia que siempre acompaña: ´Mi sombra y yo llegamos a media noche al pueblo´.
Dueño de una musicalidad cercana a la del Siglo de Oro, sopesada por la reflexión, Arístides Parra se nos muestra un tanto presocrático, un tanto socrático. El río de Heráclito se confunde con el de Jorge Manrique: la muerte flota en distintas corrientes, en un solo sitio –detenida-, también en movimiento hacia un multiplicado delta de silencios.
Esta capacidad para destacar el fondo del ser, arranca sonidos singulares en la poesía de Arístides Parra. Más allá, repito, de la simple afirmación nativista, encontramos en este arriero de versos, la vitalidad de una herencia, el vigor de un pasado que se hace presente cuando acudimos a la fuente de su origen. Parra es un poeta viejo por la cultura que ha almacenado en su forma de decir, pero es un poeta de estos días por la perspectiva que ha usado para imantar l fondo con temas universales como constantes para crear una asonancia cercana a los sonidos de la tierra, de esta tierra donde la poesía se ha liberado de las formas tradicionales.
Por eso esta antología, para aquellos lectores que no hayan pasado sus ojos por la poesía de este hombre de carne y palabras, hijo de las calles de Calabozo, nacido en una casa del pueblo llanero que no lo conoce y que quiere verse en las imágenes recurrentemente gustosas y revelarse en este mundo donde no falta el aliento de Francisco Lazo Martí.
Por eso esta antología: servirá de motivación a otros que puedan ampliarla y hacerla más apegada al calor de la tierra nativa y universal.
Voz nueva, voz vieja, una fórmula para saber que el paisaje acumula los temas, los hace más ricos en la medida en que quien lo trabaja haya transitado la rica poesía española, madre de los sonidos de este llano, madre de los pálpitos interiores de un país cuyo horizonte marca el infinito de la imaginación.
De su poética, he aquí este texto que sintetiza lo dicho anteriormente:
“Decapito el ave que sueño,
lo desplumo,
lo desalo,
le abro el pecho,
le extraigo el corazón, palpitante
me lo pongo en la palma de la mano, iridiscente como gota de rocío
le da luz a la tarde,
a la mirada de los enamorados,
atrae las mariposas
escapadas de las orugas del cielo
y refleja a Dios entre las nubes
envejecido de eternidad.
Después del acto
queda el poema:
penetra la noche
la densidad del tiempo
con su elocuencia
de sueño descrito
con rumorosas letras del silencio”
(El poema)
Para el lector de nuevo de Arístides Parra , sobre todo el que acude al paisanaje de los sonidos, , queda el apego a quien desde hace muchas décadas le canta a Calabozo y al mundo desde el silencio de todos los sueños.
*(Prólogo a “Las huellas de tus pasos”, antología publicada por el Ateneo de Calabozo, colección Escampos , con el patrocinio del Conac. Impreso en Maracay, en febrero de 2005).*
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